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Actualizado: 21 de junio de 2025


Otra cosa sería una inconveniencia y una desgracia tal vez. ¿Qué dices? balbuceó la santa con extravío. Su aspecto en aquellos momentos infundía temor. Asemejábase á los enfermos atacados de epilepsia cuando están á punto de caer en un angustioso paroxismo.

Pero vestirse el traje de lidia en su propio dormitorio, encontrando en sillas y mesas objetos que le recordaban a Carmen; salir hacia el peligro de aquella casa que había él levantado y contenía lo más íntimo de su existencia, le desconcertaba e infundía igual zozobra que si fuese por primera vez a matar un toro.

El señor Vicente la oía sonriendo, y después se fijaba en su persona. Y usted, ¿cómo está? ¿cómo marcha ese embarazo?... Desde que la veía en tal estado hablábala con mayor confianza. Desfigurada por la hinchazón, pesada y doliente, no pudiendo moverse sin suspiros de pena, ya no le infundía aquel miedo que toda hembra le hacía sentir.

Y la atmósfera de pasión que ella respiraba en casa de las Aliaga, la abuela reaparecida en el claror de la luna, la dolorosa idea de su padre suicida por amor, todo seguía atrayendo sobre ella una impalpable influencia. Una especie de ingenuidad pura, algo como deseo sobrenatural, se infundía en Adriana por la idea de que su corazón se apasionaba.

En cuanto se levantó del asiento, le perdí el respeto que le había tenido mientras permaneciera sentado. En esta posición, y no mirándole a las piernas, lo infundía realmente por sus bigotes, por su corpulencia, y sobre todo por su extraordinario vozarrón, que atronaba los oídos. Mas en cuanto ponía los pies en el suelo, volvía a ser el enano ridículo que me había excitado la risa al entrar.

Qué divina se ha puesto Laura Aliaga!" oyó decir a una señora, en voz baja, al terminar una fiesta de caridad organizada por las damas Vicentinas. Y le dio pesadumbre pensar que acaso las había visto, sin reconocerlas. Por otra parte, le infundía cierto inexplicable temor la idea de relacionarse con ellas nuevamente. Fue una emoción que le dejó recuerdos imborrables.

El señor de Couprat reía, pero Juno se envolvía en una imponente dignidad que no me infundía respeto. Llego un momento en que me hallé junto a él, mientras que mi prima caminaba delante de nosotros con aire distraído. Noté que él la miraba mucho, y le interrogué con la mayor inocencia de corazón: Es muy linda ¿verdad? ¡Linda, muy linda! respondiome con una voz tan apagada que me hizo estremecer.

El muchacho se sentó en la silla que junto a la cama estaba, y apoyando el codo en esta, aguantó el achuchón, sin mirar a su juez. Tenía un palillo entre los dientes, y lo llevaba de un lado para otro de la boca con nerviosa presteza. Ya se le había quitado el gran temor que la hermana de su padre le infundía.

Luz, siguiendo la conversación y no hallando en su memoria un motivo real y verdadero de donde derivar el enlace lógico de tantas y tan singulares coincidencias, convino con su amigo, al volver éste sobre lo ya tratado, en que cuando Dios infundía ciertos sentimientos en un corazón, bien podía infundirlos iguales en otro, si entraba en sus designios que ambos corazones se encontraran, por apartados que estuvieran, para formar uno solo...

Así como a otras el amor propio les inspira la presunción, a la viuda de Jáuregui le infundía convicciones de superioridad intelectual y el deseo de dirigir la conducta ajena, resplandeciendo en el consejo y en todo lo que es práctico y gubernativo.

Palabra del Dia

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