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Los guerrilleros, después de tantas fatigas, sentían necesidad de reposo; apoyó, pues, cada cual su fusil en la pared, y uno a uno fueron tendiéndose en el suelo. Marcos Divès les abrió la segunda caverna, donde encontraron, al menos, un poco de abrigo; luego salió con Hullin para examinar la posición.

Hullin se despertó muy temprano y dio una vuelta por el vivaque; se detuvo unos instantes a contemplar la meseta, los cañones que apuntaban hacia el desfiladero, los guerrilleros tendidos alrededor de las hogueras y los centinelas con el fusil al brazo. Luego, habiendo quedado satisfecho de la revista, entró en la casa de labor, en la que aún dormían Luisa y Catalina.

La escolta, los guerrilleros, el doctor, todo el mundo permanecía silencioso. Tantas y tan terribles emociones sugerían a cada cual pensamientos inacabables, que nunca se presentan en la vida ordinaria.

Todas son del populacho: curas pobres, guerrilleros ilusos; gente de abajo, de la que tiene corazón. Aquel soñador de Levante, artista engañado, también tenía corazón, y por eso reposaba en el olvido.

Si Piorette no acude en su socorro, es posible. Los guerrilleros se habían aproximado al fuego. Marcos Divès se inclinó hacia los rescoldos para encender la pipa, y al levantarse dijo: Yo, Jerónimo, no te pregunto mas que una cosa; de antemano que la gente se ha batido bien donde mandabas...

Los guerrilleros seguían marchando por los lados del camino sin decir nada, como si fuesen sombras. El trineo volvió a correr al galope del caballo; poco después moderó la marcha; el animal respiraba agitadamente. La labradora permanecía silenciosa, tratando de ordenar aquellas nuevas ideas en su cabeza.

En una de esas guerras imperiales que tenían por objeto dar a España un soberano a hechura de nuestro señor, los franceses, hostigados por los guerrilleros, se vengaban, según el uso inmemorial de los héroes, recorriendo el país a la claridad del incendio. De pronto llegan a una población que seguirá la suerte de las otras, cuando a alguien se le ocurre preguntar su nombre: es Toboso.

Hay guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos bárbaros; que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos, simulando los galones del grado que tenían en el ejército.

Así transcurrió un cuarto de hora, al cabo del cual la labradora prosiguió: Han atravesado las líneas enemigas... Corren hacia Lutzelburgo... Los veo... Gaspar y Divès van delante con Desmarets, Ulrich, Weber y los amigos de la ciudad... ¡Ya llegan, ya llegan!... Y calló nuevamente; durante largo tiempo los guerrilleros permanecieron escuchando; pero la visión había pasado.

Ha sido Yégof, el loco Yégof dijo Jerónimo, cuyos ojos grises, rodeados de profundas arrugas y cubiertos de espesas cejas blancas, parecieron fulgurar en las tinieblas. ¡Ah! ¿Estás seguro?... La gente de Labarbe le ha visto subir cuando conducía a los otros. Los guerrilleros se miraron con indignación.