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Después de mirar un rato muy hoscamente al suelo, Carlos habló así: Que entre.... Usted, queridísimo padre, me hará el favor de dejarme solo.... Mañana tampoco puedo asistir a la junta, pero me representa el Padre Carasa. Deseo saber inmediatamente lo que se decida. ¿Vendrá usted a decírmelo?

Me imaginaba oir la palabra vigorosa y ardiente de alguno de aquellos grandes oradores que ilustraron al pueblo heleno... Porque la elocuencia de mi queridísimo amigo el señor Peña, tiene mucho de la arrebatada pasión que caracterizaba a Démostenes, el príncipe de los oradores y bastante también de la fluidez y elegancia que brillaba en los discursos de Pericles.

Y tomando el sombrero y sin despedirse de nadie, se fue a escape a su casa devorado por la impaciencia, y rompiendo el sobre con mano temblorosa, leyó la carta que sigue: «Mi queridísimo Ricardo: Hace ya tiempo que deseo comunicarte un pensamiento que me preocupa, sin atreverme a ello.

Y concluyó por sonreír, y al cabo de un gran rato le dijo: «Amigo Ballester, le convido a usted a Variedades esta noche. ¿Quiere?». ¿Pues no he de querer? Bueno va. Pedradas de esas vengan todos los días, ilustre amigo mío. Iremos... en el bien entendido de que venga Padilla esta noche a quedarse de guardia. Vamos ahora, mi queridísimo colega, a hacer estas píldoras de protoioduro de mercurio.

Querido Cobo dijo echándose hacia atrás con la silla y mirándole con fijeza burlona . Antes de hablar entre personas ilustradas, creo que debieras aprender el castellano.... Digo ... me parece.... ¿Pues? preguntó el otro sorprendido. No se dice azarar, sino azorar, queridísimo Cobo. Te lo participo para tu satisfacción y efectos consiguientes.

Pero cuando supe la gravedad del amigo queridísimo, me planté allá... Un mes le acompañé y asistí... ¡Qué pena!... Murió en mis brazos. ¡Ay!...». Estos ayes eran suspiros que a Doña Paca se le salían del alma, como pajaritos que escapan de una jaula abierta por los cuatro costados.

A este mismo señor canónigo que embozadamente le había reprendido algunas veces por la pimienta de sus epigramas, solía taparle la boca el Arcipreste diciendo: Nada, nada, repito lo que mi paisano y queridísimo poeta Marcial dejó escrito para casos tales, es a saber: Lasciva est nobis pagina, vita proba est.

procura enterarte... Paréceme que despliegan ustedes un celo extremado y contraproducente. El celo mío, queridísimo Leonardo, es lo que debe ser. Yo, como amigo de la familia, creí... Cuesta se mete demasiado en lo que no le importa. Es que... como amigo nuestro muy antiguo y leal... CUESTA. Yo también lo soy. Ya está aquí el Marqués. Los mismos; EL MARQU

Las últimas cartas de Vd., queridísimo tío, han sido de grata consolación para mi alma. Benévolo como siempre, me amonesta Vd. y me ilumina con advertencias útiles y discretas. Es verdad: mi vehemencia es digna de vituperio. Quiero alcanzar el fin sin poner los medios; quiero llegar al término de la jornada sin andar antes paso a paso el áspero camino.

Mi queridísimo amigo y pariente: Como que también lo eres del señor regente de la Audiencia de este territorio, y que es raro el paso que da en el cumplimiento de sus altos deberes sin oír tu dictamen, espero que le recomiendes con todo empeño la pronta y favorable resolución del pleito que pende ante aquélla, contra don Jeromo Cuarterola, de esta vecindad, y persona de todo mi aprecio, sobre un supuesto contrabando.