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Ella misma leía las oraciones en latín. Los domésticos griegos se asociaban devotamente a la plegaria común, a pesar del cisma que divide a los cristianos de Occidente. Mateo Mantoux se arrodillaba en un rincón, desde el cual podía ver sin ser visto, y desde allí trataba de leer en la cara de Germana los estragos del arsénico.

Todo este tiempo estuvo sin obispo la iglesia de Córdoba de resultas del gran cisma de Occidente.

El centro ó foco de la acción lo constituye la milagrosa imagen de la Virgen en su nacimiento, decadencia y restauración, dependiendo la unidad del argumento de este centro, al que se refieren todas las demás escenas. La cisma de Ingalaterra . El plan de esta tragedia coincide en muchos puntos con la de Enrique VIII, de Shakespeare.

D. Enrique sin embargo suspendió dar la obediencia, y la corte de Castilla se mantuvo neutral en el cisma hasta que, reinando ya D. Juan I, se determinó en Salamanca reconocer por Papa á Clemente VII. en 19 de mayo de 1381.

Una larga oración, en la cual refiere las maravillas, que ha presenciado en el Purgatorio de San Patricio, termina esta obra dramática . Las cadenas del demonio. La exaltación de la Cruz. La devoción de la Cruz. Origen, pérdida y restauración de la Virgen del Sagrario. La cisma de Ingalaterra. La aurora en Copacavana. El gran príncipe de Fez. San Francisco de Borja. La sibila del Oriente.

El célebre Pelagio difunde por toda Inglaterra su herejía, la cual amenaza turbar las verdades fundamentales de la Iglesia católica. San German de Augerre y San Loujo de Troyes parten en el acto para la Gran Bretaña, con el pensamiento de combatir el famoso cisma, pasando por Nauterre, pequeña ciudad que se halla á pocas leguas de Paris.

Puede consultarse con provecho, aunque, á decir verdad, hay ciertas obras de poetas eminentes, como El Fausto, de Goëthe, y El mágico prodigioso, de Calderón; el Enrique VIII, de Shakespeare, y La cisma de Ingalaterra, de nuestro gran poeta, cuyo fondo, siendo el mismo, no son, sin embargo, comparables, por cuanto cada uno de ellos maneja los mismos materiales con distintos propósitos, bajo diversos puntos de vista, y adaptándolos, por consiguiente, á planes y formas sujetas á las dotes poéticas individuales, y, sobre todo, á las ideas dominantes en las épocas y en las naciones, en que cada uno escribe, que no sólo hacen imposible toda comparación entre ellas, sino, lo que es peor, la hacen inútil.

Basta callar. La Sibila del Oriente. Primero soy yo. El secreto á voces. La desdicha de la voz. El pintor de su deshonra. La cisma de Ingalaterra. Los cabellos de Absalón. Las cadenas del demonio. Las armas de la hermosura. La señora y la criada. Nadie fie sus secretos. Céfalo y Proclis. El castillo de Lindabridis. San Francisco de Borja. Bien vengas, mal, si vienes solo.

Sabedor de los enredos de la testamentaría de Vargas, y del profundo cisma de ambas familias, solía él decir con maligna intención, en el seno de la confianza, que quién sabe cuál de los dos, si el millonario don Bernardino o Agapo el atorrante, mantenía más honrado el apellido. A casa de los Esteven iba contadas veces.

Pilar empeoró, sacudidos sus nervios por tanto suceso desagradable, herida en el corazón por el desvío de su hermano, que así la abandonaba en sus últimos días; en cuanto a Casilda, bondadosa siempre, lamentó el cisma de la familia, que ella misma provocara, aunque sin quererlo. ¿Qué culpa tenía ella, si Esteven era un mal hombre y la puso en el disparadero de decirle cuatro verdades?