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No soy hipócrita; me alegraría de llegar siquiera una noche en la vida a mi casa como un cónsul, precedido de lictores con las fasces en alto o rodeado de cirios encendidos, como Nuestro Señor Sacramentado cuando se digna visitar a los enfermos.

¿Y don Federico? dijo al entrar. Aún no ha vuelto de ver a sus enfermos respondió la tía María ; hoy iba a vacunar más de doce niños. ¡Tales cosas, don Modesto! Sacó el pues, como dice su merced, de la teta de una vaca: ¡que las vacas tengan un contraveneno para las viruelas! Y verdad será, porque don Federico lo dice. Y tanta verdad que es repuso don Modesto , y que lo inventó un suizo.

Lo mismo hacían con los muchachos y muchachas, que corrían, hasta que se casaban, al cargo del padre, así en el alimento y vestido como en la educación y aplicación al trabajo. Tenían en cada pueblo una casa en que recogían a las indias de mal vivir, a los enfermos habituales y viejos impedidos; allí los sustentaban y vestían, aplicando cada uno a lo que podían.

Lo que siento es que no sea por mi mano». Seguíales sin perderles de vista, a bastante distancia... «Me duelen las contusiones que recibí aquella noche, como si las acabara de recibir... Perdulario, cobarde, que te ensañas con los débiles de cuerpo, con los enfermos que no se pueden tener... A ti se te contesta con una bala... ¡plaf!

Continuó Reseguin las marchas, forzándolas cuanto le permitia su debilidad, y la de los muchos enfermos que tenia; esforzábase en superar las dificultades que le sobrevenian con este motivo, porque eran repetidas las instancias que en todas ocasiones le hacia D. Ignacio Flores, para que se acercase á la Plata.

Durante los paseos, que eran obligatorios para todos los enfermos, Petrov se mantenía siempre a distancia por temor a un ataque súbito; en verano llevaba en el bolsillo, para defenderse, una piedra, y en invierno, un pedazo de hielo. El enfermo que llamaba a las puertas se mantenía también a distancia.

Desembarcó la gente á refrescarse, y se organizó el hospital por pasar de 3.000 los enfermos; y así, mientras el gran Maestre y Caballeros de San Juan celebraban con salvas de artillería y arcos triunfales la llegada de los expedicionarios, nada menos que alegría se dibujaba en el semblante de éstos.

Las termas es cuestión de vida ó muerte; su acción es decisiva. ¡Cuántos enfermos se hubiesen consumido lentamente y merced á ellas han pasado con rapidez á la otra vida! A menudo esas poderosas aguas devuelven la salud momentáneamente al paciente, haciendo un temible llamamiento á las pasiones causa del mal.

Basilio procuró dominarse. ¿Muchos complicados? repitió tratando de leer algo en las miradas de los demás; y ¿quiénes...? ¡Estudiantes, la mar de estudiantes! Basilio no creyó prudente preguntar más temiendo venderse, y pretestando la visita de sus enfermos, se alejó del grupo.

Finalmente, con algunas frutas ásperas y desabridas al paladar, se recobró á sus fuerzas antiguas, echando Dios su bendición en aquel remedio, más á propósito para enfermar á los sanos que para sanar enfermos.