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¡Mi hija!... mientes.... Corro a ver.... Diciendo esto con entrecortados rugidos, Maricadalso saltó de su asiento, como azorado gato, y salió a escape. Oyéronse sus violentes pasos extinguiéndose en la escalera, como se apaga el ruido de la piedra que chocando y rebotando se precipita en el abismo.

Mientras hablaba así y mortificaba a don Andrés, Juanita apretaba el paso, y cuando estuvo ya cerca de su casa dio una carrerita, llegó a ella, abrió a escape con la llave que guardaba en el bolsillo y cerró la puerta de golpe. Tratando de distraer su mal humor, Juanita se puso a coser con precipitación, como si tuviese que terminar una tarea.

Desde que su hija llegó á Río Negro, teniendo ocho años, empezó á vivir á caballo, considerando la planicie desierta como su casa. Es peligroso ofenderla decía el padre con orgullo . Maneja revólver y tira mejor que yo. Además, no hay persona ni animal que se le escape cuando tiene un lazo en la mano. Mi hija es todo un hombre.

El cuento es que no cómo puede tratarse un artículo sin hablar... En fin, me haré la sordomuda... Luego buscaré el palitroque, también sin hablar... Falta que el moro me enseñe la oración, y que yo la aprenda sin que se me escape un verbo...».

Pues que quise que no, aquí me metieron... Ya me habían metido antes; pero no estuve más que una semana, porque me escapé subiéndome por la tapia de la huerta como los gatos». Esta historia, contada con tan aterradora sinceridad, impresionó mucho a la otra filomena.

No tiene escape, Nieves: dame un aire puro, y yo te daré una sangre rica; dame una sangre rica, y yo te daré los humores bien equilibrados; dame los humores bien equilibrados, y yo te daré una salud de bronce; dame, finalmente, una salud de bronce, y yo te daré el espíritu honrado, los pensamientos nobles y las costumbres ejemplares. In corpore sano, mens sana.

No hay un crimen, ni un pensamiento que escape a sus leyes, a sus pesquisas, a sus verdugos; y no obstante, ellos no saben ni sabrán nunca cuan débil, estrecha o imperceptible es la distancia que separa un rebelde de un emperador y el suplicio de un proscrito de la apoteosis de un semidiós. 11 de septiembre.

8 Mas dejaré que haya de vosotros quien escape del cuchillo entre los gentiles, cuando fuereis esparcidos por las tierras. 10 Y sabrán que yo [soy] el SE

Y Gallardo desapareció tras la puertecilla, mientras el servidor, viéndose libre de su presencia, sonreía con malicia vengadora. Conocía este rápido escape al llegar el momento de vestirse. La «meada del miedo», según decían los del oficio.

No todos son como el Conde de Alhedín, que sabe distinguir a escape con quién ha de habérselas. Tienes razón dijo Beatriz ; fué un disparate, fué una imprudencia lo que hicimos la otra noche. No lo volveremos a hacer. De aquí en adelante sería imposible. Os desentonaríais. Ya a estas horas os conoce todo Madrid; esto es, la sociedad. Debéis venir, o con tu marido... o conmigo.