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¿A dónde vamos? dijo el padre, cogiendo el brazo del muchacho; ayer no has comido en casa, y hoy no has almorzado. Y eso que tu padre estaba enfermo. Cualquiera diría que me huyes... Ven acá, que tenemos que hablar. Le obligó a entrar en el coche, y partieron. Nos hemos lucido pensó el chico, ahora me mata, sí, señor, y aquí no tengo escape. ¿Qué excusas voy a darle?
Lucía, ¿qué tienes? ¡Sol, Lucía, vengan! dijo acercándose a ellas una de sus amigas que salía del cuarto de Ana precipitadamente . Ah, Juan, que bueno que esté aquí. Ve, Lucía, ve, yo creo que Ana se muere. ¡Ana! Sí, mande enseguida por el médico. Saltó Juan en la mula, y echó a escape.
En esta coyuntura vino un mensajero de Cambaripa, pidiéndole le diese de su parte, si pudiese hallar algún pronto y eficaz remedio á su ruina, y á la de aquellos sus vasallos, porque no tenía tiempo para detener ó resistir á un mismo tiempo á tantos enemigos ni de buscar escape á su vida con la fuga, por estar mal herido de los contrarios.
Don Jaime se creyó amado, y ni siquiera con otro beso en la mano de doña Luz se atrevió a manifestar que amaba a su vez, y que estaba agradecido. En suma, dado el modo de ser de doña Luz, y después de declarado de ambas partes el amor, no había trámite, ni coloquio tierno a solas, ni dilación que valiera. Las bodas tenían que venir a escape.
Los caballos partieron a escape, haciendo bailar el coche ásperamente por encima del empedrado desigual de la villa. Gonzalo no advirtió siquiera aquel movimiento que le sacudía rudamente las visceras, ni el tránsito a la carretera al dejar la población. Toda su atención estaba fija, concentrada en un punto. ¿Sería verdad, o no?
Ya se sabía que al Vivero no se iba a otra cosa. Visitación, Obdulia y Edelmira también, eran las que conocían mejor los lugares más escondidos, dónde había puertas de escape, y todo lo que exigían aquellos juegos infantiles a que se entregaban, sin pensar en los muchos años que tenían varias de aquellas personas tan alegres. A don Víctor se le recibió en triunfo; triunfo burlesco.
Apenas llegamos al bosque puso su caballo al galope. Yo hice como ella y la seguí. Cuando advirtió que le iba a los alcances aceleró la marcha, fustigó a su caballo y sin motivo lo lanzó a escape. Tomé el mismo aire que ella y cuando ya la alcanzaba, hizo un nuevo esfuerzo que me dejó atrás. Aquella persecución irritante, desenfrenada, me puso fuera de mí.
Al mismo tiempo que por una puerta de escape entraba Petra, su doncella, asustada, casi desnuda, se abrió la colgadura granate y apareció el cuadro disolvente, el hombre de la bata escocesa y el gorro verde, con una palmatoria en la mano.
Fueron la válvula de escape del genio nacional; pero esta primavera del arte fue efímera, y en mitad del siglo XVII sobrevino una decadencia grotesca y envilecedora. La pobreza en aquellos dos siglos fue horrible.
Pues entonces me largo a escape... Conque ¿hasta la noche, don Alejandro? Hombre, me parece bien la idea: vuélvase, solo por supuesto, un ratito esta noche para darme cuenta del resultado de sus primeras negociaciones. Sí, señor, y para saludar a Nieves de paso... ¡Caramba! que también yo soy hijo de Dios.
Palabra del Dia
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