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Actualizado: 11 de junio de 2025
Vete acostumbrando a tratarme de usted... replicó él con cierta severidad . No se te escape una expresión familiar, porque entonces la echamos a perder. Yo también te trataré de usted delante de gente... Todo acabó... Fortunata, no soy para ti más que un padre... Aquel que te quiso como quiere el hombre a la mujer, no existe ya... Eres mi hija.
¡Don Francisco de Quevedo! dijo á la puerta anunciando Casilda. ¡Ah! ¡ese hombre! ¡ese hombre! exclamó el bufón. Dejadme sola con él dijo Dorotea. El bufón salió por la alcoba. Dorotea le siguió. ¡Ah! no quieres que te escuche dijo dolorosamente el bufón ; pues bien, adiós. Y salió por la puerta de escape de la alcoba. Después volvió á la sala. Ya estaba en ella Quevedo.
No puedo ni debo llamarlo así. ¡Y dale, Jesús Señor, con la matraca! ¿Cómo quier, alma de Dios, que se lo diga? En castellano corriente... por derecho... sin callejuelas de escape.
Tuve un impulso de alegría, y, acercándomele, lo cogí por el cuello y lo sacudí fuertemente. Quiso asir mi vestido, pero yo me escapé, lo que le hizo levantarse vivamente para correr tras de mí. Entonces, tranquilamente me adelanté hacia él y le dije: Bueno, ahora, ven.
Un poco más de paciencia, hombre. Luego los baños... ¿Qué baños?... yo no voy a baños aseguró Thiers dejándose poner la venda por las autorizadas manos del médico . No los necesito. No me vengan con papas. Eso lo veremos manifestó el doctor con bondad . Ahora a la cárcel otra vez. No se me escape usted antes de tiempo, que podría suceder que la prisión se alargase más de lo regular.
Lancéme, y conmigo se lanzaron otros en aquella dirección; tomé del suelo un fusil que aún apretaba en sus manos un soldado muerto, y corrí con los demás a todo escape en dirección a la noria. Penetramos en un campo a medio segar, a trechos cubierto de altos trigos secos, a trechos en rastrojo.
De nuevo pasó por Fernando el recuerdo del doctor Aresti, de una de sus paradojas atrevidas que le valían la fama de loco. «Este es un país sin corazón, donde nunca se ha visto que una muchacha se escape con el novio.» Sanabre quedó largo rato cohibido y como avergonzado por el brusco movimiento de la joven.
Durante la comida apareció alegre y hasta más hablador que de costumbre. En un momento en que doña Beatriz dejó solo a don Braulio con Inesita, don Braulio dijo a ésta que cuando él volviese del lugar le traería a Paco a vistas, y que esperaba que se habían de gustar y se habían de casar a escape.
Por otra parte, no existiendo solfa ni partituras para tocar las castañuelas, la «Crotalogía» es imprescindible y viene a llenar esta evidente deficiencia de los compositores. Para tocar las castañuelas no hay más que traducir el propio capricho digital, la interna nerviosidad cuyo último escape está en la punta de los dedos.
LA SIRVIENTA. ¡He leído algo de eso...! ¿No es un cura de antaño, que va a casa de una muchacha alegre para convertirla...? LEONIE. ¡Justo...! Pues bien, amiga mía; acaba de sucederme lo mismo... LA SIRVIENTA. Entonces... ¿te metes en un convento...? LEONIE. ¡Por ahora no! Voy a ver al general... ¡A escape...! ¡Mi sombrero...! Ama mucho a su próximo compañero de existencia.
Palabra del Dia
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