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Haré too lo que sepa murmuraba Gallardo con falsa modestia . Yo creo que no quearé mal der too. El apoderado intervenía, con la brava ceguera de su fe: Quearás como las propias rosas... como un ángel. ¡Si te metes los toros en el bolsillo!... Luego, los entusiastas de Gallardo, olvidando por un momento la corrida, comentaban una noticia que acababa de circular por la ciudad.

LA SIRVIENTA. ¡He leído algo de eso...! ¿No es un cura de antaño, que va a casa de una muchacha alegre para convertirla...? LEONIE. ¡Justo...! Pues bien, amiga mía; acaba de sucederme lo mismo... LA SIRVIENTA. Entonces... ¿te metes en un convento...? LEONIE. ¡Por ahora no! Voy a ver al general... ¡A escape...! ¡Mi sombrero...! Ama mucho a su próximo compañero de existencia.

No debía meterse entre él y la barrera. Convenía que guardase franca la salida. Otros, más entusiastas, excitaban su atrevimiento con audaces consejos. Suértale una de las tuyas... ¡Zas! Estocá, y te lo metes en er borsiyo. Era demasiado grande y receloso el animal para que se lo pudiera meter en el bolsillo.

En el Uruguay, cuando las guerras jordanistas, un vasco ladrillero, que en su vida había degollado un cordero, obsesionado por los frecuentes degüellos, se ofreció para degollador oficioso, y en el primer candidato que le dieron, desnudo y atado de pies y manos en el suelo, chamboneó de tal manera, que la víctima, en sus retorsiones, rompió las cuerdas que le sujetaban los pies, se incorporó chorreando sangre, degollado a medias, y acometiendo a puntapies al aprendiz de verdugo, lo increpaba: "Si no sabes degollar a qué te metes, ¡vasco de tal por cual!". Este, a su vez, respondía a puñaladas, que entraban en el vientre del prisionero como en un queso, hasta que el espectáculo colmó la medida, y un veterano salió de las filas de las tropas formadas en cuadro, para su edificación, y le puso término.

San Pedro no puede amparar nunca á gente tan desalmada como ; y si se perdieron las regatas, Dios sabe por qué fué. Por falta de puños, pa que usté lo sepa. Grita, grita más alto; que te lo oiga el tu marido que por allá abajo asoma, y mira después onde te metes.

Ante una larga mesa cargada de cerveza están sentados una porción de antiguos condiscípulos, pilluelos la mayor parte, a los que evitaba en otro tiempo. Se le rodea, se le invita a beber y se le obliga a tomar asiento. ¿Por qué te dejas ver tan poco, Juan? le grita uno desde el extremo de la mesa. ¿Dónde te metes de noche?

Quería preguntarte una pequeña cosa que me ha venido anoche a la cabeza. ¿Por qué es que llamas tu zapatería «El Nenrod boscoso y equitativo», y metes que es bilateral? Quedará usted complacido en un finiquito. El aquel de hablar bien y pensar de doble fondo, y, en antonomasia, ser filósofo. ¿Eres filósofo? Creía que eras solamente republicano y orador. ¿Orador? ¡Arreniego!

Cuidado, niña, con doña Zobeida había dicho al verse a solas con Concha . Esa buena señora es un alma de Dios... A ver si metes la pata y la asustas con alguna de las tuyas. Pero la madrileña sentía también por la buena dama un cariño respetuoso. La quiero mucho: ¡si es de lo más buena!... Algunas noches, antes de dormir, la acompaño a pasar el rosario en el camarote.

Llaman a la verja del parque... Probablemente es el chico de telégrafos, que avisa desde fuera... Se decide por fin a abrir; una dama, con un velo muy tupido, penetra vivamente en el recibimiento. LINE. ¡Espera...! ¡En primer lugar, me ahogas...! ¡Y, además, me metes el velo en la boca...! ¡Deja que me quite el sombrero...! LIONEL. ¡Alivia..., alivia...!

Lo que yo digo: «Ya le verán ustés, cuando esté bueno del todo, y me darán noticias...» Haz como otras veces. Te vas al toro derechamente, con ese coraje que Dios te ha dao, y ¡zas! estocada hasta la cruz... y te lo metes en el bolsillo. Gallardo aprobaba con una sonrisa enigmática... ¡Meterse los toros en el bolsillo! No deseaba otra cosa.