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Actualizado: 11 de julio de 2025
Al fin dió con aquella, en uno de cuyos hierros había puesto como seña una cinta: quitóla, cerró, dió luz de nuevo, y buscó la subida de la escalera; por la cual, según le había dicho Esperanza, se subía al corredor donde correspondía una puerta de escape del dormitorio de la duquesa. Aquel corredor tenía dos puertas: una á cada extremo.
Usad el medio del humilde ruego, Si quereis que se escape vuestro cuello De probar el rigor y filos diestros Del Romano cuchillo y brazos nuestros.
Las medias y los zapatos del ventero. ¡Ah! pues... sí... bien... y á Madrid á escape. Como gustéis. Pues en marcha dijo Quevedo , ya estoy listo. Esperad, esperad un momento á que yo esté listo también. Quiero daros resguardo, la noche es obscura y mala y no sabemos lo que os puede acontecer de aquí á Madrid, que hay media legua larga.
Quisiera yo escribir a escape estas confidencias: no contarte sino lo más esencial: pero tal vez dejo correr la pluma y tal vez divago.
No se nos ha pasado por la tela del juicio dárselo, por supuesto; pero si se lo diéramos, se quedaría con ello, y pediría en seguida a otra persona. Ayer, cuando me vino con la embajada de meter la cama de usted en mi cuarto, estuve a punto de incomodarme de veras y dejar la casa. Hubiera usted hecho bien. Si usted se incomoda de veras, le deja en paz a escape.
¡Tú! exclamó Urbide . ¿De dónde sales con ese uniforme? ¿Qué has hecho en todo en todo el día de ayer? Estaba intranquilo. ¿Qué pasa? Todo lo contaré. ¿Tienes el coche? Sí, pero... Nada, tráetelo en seguida, lo más pronto que puedas. Pero a escape. Martín se sentó a la mesa y escribió con lápiz en un papel: «Querida hermana. Necesito verte. Estoy herido, gravísimo.
No pareces hermana de un redactor de La Independencia... Escríbele, sí, porque yo, Dios sabe cuándo podré coger la pluma. ¿Y qué le digo? Lo que quieras. Bien; le diré que la quieres mucho y que deseas casarte con ella a escape. ¡Eso; y que es más guapa que la virgen del Carmen! Calla, bruto. Voy ahora mismo, no sea que te vuelvas atrás.
A cabo de dos años fué desquartizado este señor, por no se qué tracamundana de palacio; y aprovechándome de la ocasion, me escapé, atravesé la Rusia entera, y serví mucho tiempo en los mesones, primero de Riga, y luego de Rostoc, de Vismar, de Lipsia, de Casel, de Utrec, de Leyden, de la Haya, y de Roterdan.
La voz, además, se me va a escape; el teatro empieza a darme miedo; he recibido ciertos desaires, disimulados, del público, que me han sabido al hambre futura, al hospital en lontananza. No te pido un asilo; no te pido una limosna. Pero me voy cerca de ti. Quiero ser burguesa. En tu casa, a tu lado, aprendí a serlo, a mi manera.
Barragán, dando un salto, gritó: «¡Socorro!» y se abalanzó a la puerta; pero viendo que sus enemigos le cerraban el paso retrocedió velozmente, se dejó caer sobre la puerta vidriera de la alcoba, que se abrió con rotura de algunos cristales, y pudo ganar la de escape que comunicaba con el corredor. ¡Socorro, que me asesinan!
Palabra del Dia
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