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Encima de esta vela iba la gavia, de forma trapezoidal con caída central igual á la anchura de su gratil, que era la de la manga del barco y pujamen algo menor que el gratil de la mayor. En el trinquete iba una vela cuadra equivalente en superficie á la cuarta parte de la mayor con bonetas; la verga medía 1-1/2 veces la manga.

Otro cuadro más raro tienen que contemplar nuestros tres conocidos al llegar sobre cubierta: montones de jarcia, cajas de provisiones, una res acabada de desollar, enormes jaulas conteniendo vacas, cerdos y carneros, y otras menores con gallinas; grupos de marineros acá izando una verga, allá bajando pesados bultos á la bodega; y por último, revueltos y deslizándose entre tanto obstáculo, más de un centenar de muchachuelos del corte de nuestro aspirante á indiano.

Puede, , afirmarse que en general era en los tiempos de Colón la jarcia de más mena que ahora. Las velas no se aferraban por alto; arriábase siempre la verga, mas de todos modos tenían que apoyarse los marineros en un marchapié, imprescindible en la cebadera. Tenía brazalotes y brazas dobles la verga mayor, en las otras vergas eran las brazas sencillas.

Pero la elocuencia de Kernok no había quebrantado jamás la voluntad del capitán, porque él sabía perfectamente que los que abrazan tan noble profesión acaban tarde o temprano por balancearse al extremo de una verga; y el inexorable capitán había caído al mar por accidente.

El navio inglés se llamaba El Argonauta. El médico de este barco era una excelente persona; no tuve ningún inconveniente en contarle mi vida, sin ocultarle nada. El dió de buenos informes e influyó, seguramente, para que no me colgaran de una verga. Durante la travesía de las Canarias a Plymonth me trataron bien los ingleses.

Cogí las llaves, y cuando bajaba la voz de Tommy que, desde lo alto de una cofa, decía: ¡Hola! ¡Hola! ¡Buenos días! ¡El capitán está en una postura incómoda, eh!..., ¡Ja, ja!... Pues en la otra verga está el doctor Cornelius. Ese que está gracioso dando tumbos. Invitamos a Tommy a venir con nosotros, pero dijo que no, que se estaba divirtiendo mucho para meterse en un rincón.

Yo eludí como pude el compromiso de pasear por la verga, y le expliqué con la mayor cortesía que hallándome al servicio de D. Alonso Gutiérrez de Cisniega, había venido a bordo en su compañía. Tres o cuatro marineros, amigos de mi simpático tío, quisieron maltratarme, por lo que resolví alejarme de tan distinguida sociedad, y me marché a la cámara en busca de mi amo.

¡Maestro Durand, balas! ¡La vía de agua! ¡Mi pierna! repetían voces confusas. Pero ¡con mil diablos! un instante; no puedo hacerlo todo; llevar balas arriba, reparar abajo una avería, curar vuestras heridas... Es preciso empezar por lo primero, y después se ocuparán de vosotros, montón de vocingleros; porque, ¿para qué sois buenos ahora? sois tan inútiles como una verga sin velas y sin relingas.

Ahí está, bien agarrotado. Vos dispondréis de él, señor barón. Ahórcalo sin tardanza. Hice el voto y hay que cumplirlo. Pero cuélgalo de una verga de su propio barco, que tal fué mi promesa. Cabeza Negra, aunque herido y con un brazo roto, se había mantenido de pie junto á la borda, entre dos arqueros. Al oir las palabras del barón se estremeció y su rostro se contrajo violentamente.

Es siciliano, como Verga, el autor de Cavalleria rusticana, con el cual su talento literario presenta algún parecido. Como Verga, también es un realista, de un realismo que ostenta el color luminoso de la isla nativa.