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La conducta de su ama le parecía propia de una loca. «¿A qué venía aquella santidad? ¿A quién engañaba? ¡Oh! si no fuera porque ella quería tener contento al Magistral, no serviría más tiempo a la hipócrita que la utilizaba como correo secreto y no le daba una mala propina, ni le decía palabra de sus trapicheos ni le ponía una buena cara, a no ser aquella de beata bobalicona con que engañaba a todos».

Aquella tarde di conocimiento a Gloria de mi intriga. Al pronto se enfadó y me llamó hipócrita y pastelero, rechazando con energía toda idea de concierto con quien tan inicuamente se había portado con ella.

Cerca de ella estaba sentado un coronel joven, recién venido de Madrid, después de haberse distinguido en la guerra de Navarra. La condesa, que no era hipócrita, tenía fijada en él toda su atención. El general Santa María los miraba de cuando en cuando, mordiéndose los labios de impaciencia.

Sin duda la infiel, con hipócrita dulzura, habíale instilado en el alma su propia pestilencia. El clérigo de la venta de Cerebros, Mosén Raimundo y el Canónigo Mendoza todos decían la verdad. Comenzó a sentir en torno de su pecho la impresión de una serpiente que le ceñía. Ansiedad nueva y horrible: ¡la brega con el Demonio!

Quiero que ella le sepa. ¿En qué el saberlo podrá turbar la dicha y la paz de su noble vida? Ella me ha amado, ella me ama como un ángel ama a un santo, y yo la he amado como un hombre ama a una mujer. Sería yo hipócrita si no le revelase que no merezco su amor angelical; que yo la amaba como ama un pecador.

Bolívar dió un manifiesto en que no solo se limitaba á reprobar la insurreccion, sino en el cual se extendia á dar en cara el villano proceder á cuantos bajo una hipócrita apariencia se vendian como amigos suyos y de la independencia nacional.

Me arrepiento sinceramente de ello; ésa es la única falta que tengo que reprocharme; y por eso es que imploro vuestro perdón. ¡Perdón! ahora veremos. ¿Permaneció mucho tiempo Federico con Elena? Dos o tres minutos, señora. Tanto tiempo, ¿y qué le dijo? No lo , señora. ¿Y ella no os llamó? Creo que , señora, pero yo no la . ¡Hipócrita, no le oisteis y estabais a diez pasos de distancia!

Apolonio, que ya le conocía y le estaba espiando desde dentro de la tienda, se sintió, por misteriosa manera, humillado. Ahito y ebrio con el éxito, ¿qué le importaba a él la expresión hipócrita y maligna del ya desbaratado rival?

Ignoraba por ejemplo que Petra podía permitirse el lujo de servirle bien a él sin pensar en el interés, sin más pago que el del amor con que el gallo vetustense ya no podía ser manirroto: no era Petra enemiga del vil metal, ni la ambición de mejorar de suerte y hasta de esfera, como ella sabía decir, era floja pasión en su alma, concupiscente de arriba abajo; pero en Mesía no buscaba ella esto; le quería por buen mozo, por burlarse a su modo del ama, a quien aborrecía «por hipócrita, por guapetona y por orgullosa»; le quería por vanidad, y en cuanto a servirle en lo que él deseaba, también a ella le convenía por satisfacer su pasión favorita, después de la lujuria acaso, por satisfacer sus venganzas.

Ignoro cómo pensaban realizarlo, pero de su intención no me cabe ninguna duda. Deseaban que usted apareciese muerto un amanecer, aquí en la playa, y que la gente creyese en un fallecimiento ordinario. Pero como no han podido realizar este plan hipócrita de venganza, apelan ahora al asesinato. Ya lo sabe, gentleman; esta noche y la siguiente no duerma usted.