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Noticias de las leguas, maderas, géneros de peces, animales terrestres y aquátiles que se observan en los rios de Tarija, Cenia, Jujuy y Bermejo. Desde las juntas del Rio de Ledesma con el de Jujuy, que este corre de S á N por un dilatado valle, entre las dos famosas sierras de Calilegua y del Alumbre, ó Santa Bárbara, hasta juntarse con el Rio de Tarija, hay por agua 47 leguas, y por tierra 27.

Yo quiero ir a verle, como que le voy a tomar la confesión respondió el Corregidor , y de nuevo os encargo, señora, que nadie sepa esta historia hasta que yo lo quiera. Llegóse la noche, y siendo casi las diez, sacaron a Andrés de la cárcel, sin las esposas y el piedeamigo; pero no sin una gran cadena que desde los pies todo el cuerpo le ceñía.

Su mórbida garganta se hinchaba hasta el punto de que parecía no poderla contener la gargantilla de gruesas perlas, con broche de diamantes, qué la ceñía, y la magnífica cruz que pendía de esta gargantilla, se levantaba y descendía á impulsos de la continua dilatación y compresión del casi desnudo seno de doña Catalina; sus hermosas manos cuajadas de cintillos, y sus brazos que dejaban descubiertos hasta la mitad, entre encajes de Flandes, las anchas mangas de su rico traje de brocado blanco, temblaban al hacer el plato á Quevedo.

Llegaron allá después de ocho días, habiendo gastado los tres en abrir camino por un espeso bosque, sin hallar con qué apagar la sed sino exprimiendo ciertas raíces que llaman Bocurús. Poco más adelante descubrieron una laguna muy grande cercada de una corona de montes que hacia el Oriente abrían boca, por donde la laguna descargaba sus aguas, y por el Poniente la ceñía un bosque espesísimo.

Pero su soledad le horrorizaba... tenía miedo del aire libre, quería un refugio, todo era enemigo. «Su madre, su madre del alma». Salió del templo, corrió, entró en su casa. Doña Paula barría el comedor; un pañuelo de percal negro le ceñía la cabeza sobre la plata del pelo espeso y duro, como un turbante. ¿Vienes del coro? , señora. Doña Paula siguió barriendo.

Cada vez que pienso en que mañana me he de separar de ti, Magdalena adorada, cada vez que pienso en que al volver a verte habrá un tercero ahí cuya presencia me prive de caer a tus pies, de estrecharte contra mi pecho, te juro que estoy tentado a abandonarlo todo por ti. Y al decir esto Leoville ceñía con su brazo el talle de Magdalena, que se dobló acercándose más a su novio.

Fué preciso que pasaran otros dos siglos y que un orientalista dotado de ingenio y gracia para cautivar contando las cosas de la España árabe en una época en que la ilustracion se ceñia casi esclusivamente á lo latino y griego, volviese á pronunciar el nombre de Medina-Azzahra para que se despertase entre los literatos y anticuarios, con la aficion perdida á las historias de nuestros antiguos dominadores, el deseo vehemente de investigar el asiento de aquella célebre poblacion.

, he venido desde Madrid... Ya te explicaré... Seguid andando, que yo os alcanzo en seguida, porque está amarrado ahí cerca. Siguieron, en efecto, a paso lento el camino que ceñía el muro. Reynoso aprovechó la ocasión para darles brevemente noticias de su amigo. Por lo demás terminó diciendo Barragán es de los hombres más honrados que he conocido.

Estaba hechiceramente peinada, ceñía su cabeza una corona de flores de oro esmaltadas de blanco, y de esta corona pendía un velo de gasa de plata y seda. Inútil es decir que á este bello traje, servían de complemento bellas y ricas alhajas. No podía darse nada más hermoso, más completamente hermoso. Acercáos dijo con acento dulce doña Clara.

Evocando recuerdos se le vinieron a la imaginación muchas cosas. Ninguna mujer poseyó que fuese tan cariñosa. ¡Qué modo de echarle al cuello los brazos! ¡Pues y aquella lánguida monería con que se le ceñía al cuerpo, posando la gentil cabeza sobre su hombro! Sin saber cómo, se le caían las horquillas, y el pelo suelto, rizoso y perfumado le rozaba la frente.