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En esto Magdalena, con un arranque malicioso, que esparció sobre nosotros una lluvia de gotas, quitose el sombrero de hule, se esforzó en echar hacia atrás su cabello, en cuya operación perdió dos horquillas, sonriose y pasó al lado de Yuba-Bill, poniendo airosamente las manos atrás.

Instintivamente, movida por el dolor, se agarró también á los rubios pelos de la hilandera, y durante algunos minutos se las vió á las dos encorvadas, lanzando gritos de dolor y rabia, con las frentes cerca del suelo, arrastrándose mutuamente con los crueles tirones que cada una daba á la cabellera de la otra. Caían las horquillas al deshacerse las trenzas.

El jardinero indicó dónde estaban, y con no menor sorpresa y asombro los vieron los muslimes, a pesar de la obscura frondosidad en que ellos se encubrían. Sonaron entonces los clarines y cundió la alarma por todo el parque y el alcázar. A la entrada de este y en algunas de sus ventanas, había mosquetes, puestos sobre firmes horquillas y previamente cargados.

Después buscó en su moño dos o tres horquillas, recogiéndose con ellas la rebelde trenza. ¿Me ha dicho usted interrogó el viajero que venían ustedes de León? , señor.... La boda fue a las once de la mañana; pero yo tuve que madrugar para disponer el refresco... refirió Lucía con su sencillez de niña no hecha al trato social . Las tres y media eran cuando salimos de León....

Yo también tengo que hablarte, dijo Carrascosa, aplicando el ojo á la cerradura por probar si veía algo. Doña Leoncia no tardó en arreglarse: se ciñó el corsé, se puso las últimas horquillas, se aplicó dos ó tres alfileres al pecho, se echó un mantón sobre los hombros, y pasó á la cocina.

En seguida el vestido que, arrugando el canesú de la camisa, oculta el nacimiento del pecho y los hermosos brazos. La falda cae, resbalando a lo largo de la enagua; se abrocha de prisa; busca entre varias horquillas un alfiler largo para sujetar el sombrero, y se lo prende, dejando que el velo caiga, sombreándola el rostro dulcemente.

Los árboles eran viejísimos, respetables, como el palacio: naranjos centenarios, de tronco retorcido, que necesitaban el apoyo de un cerco de horquillas para sostener sus miembros venerables; magnolieros gigantes, con más leña que hojas; palmeras infecundas, que se remontaban en el espacio azul buscando el mar por encima de las almenas para saludarlo con vaivenes de su cabeza empenachada.

Luisa, para lucir sus lindas manos, se compuso el peinado, afirmando las horquillas con la punta de los dedos. Teresa se acomodó en el asiento dejándome ver los pies, primorosamente calzados; luego, cerró de un golpe el abanico, fingió que arreglaba las varillas, bajó los ojos, y después de un rato de silencio, repitió, viéndome de hito en hito: ¿Conque de casa, eh? Me eché a reír.

Otros tantos pollos dando vueltas en la antesala, el aire triste, la mirada opaca, abrochándose mutuamente los guantes con las horquillas de sus hermanas. Generalmente eran los mismos. Cada pollo bailaba dos o tres polkas, rigodones o lanceros con las hermanas de sus amigos.

Entrada la mañana, salió al comedor, llamando a Leocadia para que preparase el desayuno del padre, y la encontró en la cocina sentada en una silla, puesto ante otra el espejo, llena la falda de horquillas y concluyendo de hacerse un peinado complicadísimo. A las nueve llegó doña Manuela, y Pepe, oyendo sus pasos en la escalera, la abrió la puerta antes de que llamase.