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El padre, irritado, atrajo y encendió á otros, de forma que no se oian en la ciudad mas que porfiadas disputas y temosos altercados sobre la pureza original de nuestra Señora, con general escándalo que en breve cundió por toda España.

Grandes altercados hay entre los nobles de León acerca de la tutela del joven rey Alfonso: Payo de Bivar, uno de los más poderosos, aunque lleno de orgullo, quiere arrebatarle sus bienes, é insulta grosera é indignamente al anciano Mendo de Benavides, su adversario.

Oye, Luisita: nada hay más duro que una piedra; nada hay más blando que una gota de agua; pues bien: la gota de agua acaba por ablandar a la piedra. No seas roca, aunque tengas razón para ello, sino gota de agua, y acabarás por vencer. Nada de ira, nada de altercados y peleas. No es de hierro la mejor cadena, sino aquella que forman los blandos eslabones de nuestros brazos.

La fábula, reducida al delito de dos casados, que ahogan á sus esposas para evitar los continuos altercados en que vivían, es repugnante hasta lo sumo, y carece por entero de carácter dramático.

Por consiguiente, se empeñan de tal manera en gozarlo, que surgen de aquí altercados y disputas, y con tanta mayor razón, cuanto que así consiguen su objeto.

En La república al revés se pintan con tanta energía como animación los disturbios y altercados de familia de la corte de Constantino Porfirogeneta. Constantino despoja del trono á su madre, la destierra, y ordena que le quiten la vida. Cásase con Carola, hija del rey de Chipre, pero se apasiona pronto de una dama de la corte y encierra á la Emperatriz en la cárcel.

Los jugadores seguían en sus alternativas de silencio y ruidosos altercados. El P. Gil quedó mudo y pensativo, impresionado con lo que acababa de oír y decir. La figura de Montesinos, a quien no había visto más de tres o cuatro veces en su vida, y eso de lejos, flotaba en su imaginación despertando en él viva curiosidad.

Eran muy frecuentes, casi cotidianos, tales altercados en el Saloncillo. Como todos los que tomaban parte tenían un modo directo, enteramente primitivo de apreciar las cuestiones, parecido, por no decir igual al de los héroes de Homero, la argumentación establecida al comienzo de la disputa, seguía invariablemente hasta el fin.

Nuestros lectores saben que don Modesto, esencialmente grave y pacífico, tenía una profunda antipatía contra toda especie de disputas, altercados, riñas y quimeras.

Los altercados de don Pedro con su tío iban agriándose, y vino a envenenarlos la discusión política, que enzarza más que ninguna otra, especialmente a los que discuten por impresión, sin ideas fijas y razonadas. Fuerza es confesar que el marqués estaba en este caso.