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Aquella excitación a la puntualidad, la primera, palabra de disciplina que me dirigía un desconocido, me impresionó: alcé la vista y le examiné. Tenía aspecto de fastidio, reflejaba indiferencia, y ni se acordaba ya de lo que me había dicho. Recordé la recomendación de Agustín. Un relámpago de estoicismo y de decisión iluminó mi espíritu. Tiene razón pensé; me he retrasado medio minuto. Y entré.

El capitán era más expedito de corazón que de inteligencia. Por eso, después de pasar cerca de una hora prensándose la cabeza, no halló arbitrio mejor en aquel aprieto que ir á consultar el caso con su primo César, uno de «los pocos sabios que en el mundo han sido», el octavo de la Grecia, á no haberse retrasado algunos siglos su nacimiento.

Honda tristeza se apoderaba de mi espíritu, y lento, retrasado, perezoso, volvía yo al colegio, entregado a la subyugadora melancolía que despierta en los jóvenes el espectáculo siempre nuevo de la tarde moribunda, de la llegada de la noche.

Su nueva ama les observaba desde la arilla. Basilio llegó á San Diego en el momento en que la procesion de la Nochebuena recorría las calles. Se había retrasado en su camino perdiendo muchas horas porque el cochero que había olvidado su cédula, fué detenido por la Guardia Civil, sacudido con algunos culatazos y llevado despues al cuartel delante del comandante.

Antes de llegar se le llenó el alma de ilusiones. ¿Se habría, como es frecuente, retrasado la salida de la compañía, y estaría Mariquilla en su casa? ¡Cuán sabroso desquite tomaría de la tiránica Frasquita! Mas discurriendo de esta suerte, le asaltó una duda horripilante... ¿Tendría razón su mujer?

Había partido temprano, pero se había retrasado en el camino. Su indolencia la disponía a creer que la nieve dejaría de caer si esperaba bajo un abrigo caliente. Se había detenido más tiempo del que pensaba, y ahora que la noche la había sorprendido en las largas callejuelas rugosas y cubiertas de nieve, ni siquiera el ardor de la venganza podía impedir que su coraje desmayara. Eran las siete.

ELSA. ¡Trompetas queridas! ¡Qué alegres suenan! ¡Cantad más alto, más alegremente, queridas trompetas! Acompañad a mi prometido, a mi espectro de los labios ardientes. Se ha retrasado un poco; pero hay que perdonárselo: se ha retrasado besándome. ¡Ah, Elsa, liviana doncella! No tienes pudor. ¿A quién acabas de besar en la obscuridad?

Sonaban como detonaciones los golpes de las cancelas al cerrarse, dejando paso a algún clérigo retrasado. En lo alto del coro gangueaba el órgano de vez en cuando, intercalándose en el canto llano; pero sonaba perezosamente, con desmayo, por pura obligación, y parecía lamentarse de su esfuerzo en la penumbra solitaria.

Con los preparativos de salida se había retrasado el almuerzo, y esta tardanza, así como la variedad de flores sobre las mesas y los víveres adquiridos en tierra, dieron nuevo encanto a la general nutrición. Todos comían con apetito, celebrando la frescura del comedor luego de la pesadez caliginosa de la ciudad.

¡Y pensar murmuró Novoa, sin darse cuenta de que hablaba en voz alta que por unos y otros se han matado allá tantos hombres!... ¡Pensar que por una cuestión de herencia entre esas gentes nos hemos retrasado un siglo en la vida europea!... ¡Usted también! clamó el coronel, nuevamente indignado . Un sabio decir eso... ¡Parece mentira!