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Actualizado: 16 de mayo de 2025
La consideraba á usted santa; pero ahora veo que su sabiduría iguala á su virtud, y á su lado me encuentro tan pequeño, que me da vergüenza. Sí: una persona á quien se trata con tanta dureza no puede ser buena dijo Paula. El amor hace prodigios; hace de los hombres incultos y malos, hombres mansos y buenos; hace de los melancólicos y descreídos, seres felices, creyentes y cariñosos.
Y entonces nos creemos felices y consideramos compensados con este minuto de satisfacción nuestros largos trabajos. Esto me sucede a mí ahora, querido Sarrió; y por eso este apretón de manos ha puesto en mí tanta ufanía como en Alonso Quijano la liberación de los galeotes o la conquista del yelmo.
Frescas por el corto descanso y mecidas por la dulce ilusión de alcanzar presto el pesebre, corrían las jacas sobre el campo con creciente brío sin ayuda de espuelas. Ellos, con el corazón henchido aún por la suavidad que aquellos instantes felices habían dejado en él, sonreían vagamente, aspiraban con deleite el aliento embalsamado del crepúsculo.
Van a comprobar no sé qué experimento de química, invención de Frígilis, según él. Dios les haga felices y les conserve los pies secos. Hoy me siento inclinada a la historia, a los recuerdos. No los temo. Poco más de cinco semanas han pasado y ya me parece de la historia antigua todo aquello.
Para él, las corridas eran lo único interesante del mundo, y dividía a los pueblos en dos castas: la de los elegidos, que tienen plazas de toros, y la muchedumbre de naciones tristes, en las que no hay sol, ni alegría, ni buena manzanilla, a pesar de lo cual se creen poderosas y felices, cuando no han visto ni una mala corrida de novillos.
Francia, Inglaterra, Bélgica y Rusia, han sido las mas felices imitadoras; y sinembargo, los jardines zoológico-botánicos de Amsterdan y Amberes son mas recientes que el de Paris, sin cederle por eso en mérito.
Pero no podía, no podía. Mis obligaciones... ¡Ah!, señora, crea usted que tengo el corazón destrozado, y que tardaré en consolarme de esta pesadumbre... La había tomado yo tanto cariño, que a todas horas la tenía en el pensamiento. Mi destino me ligaba a ella, y hubiéramos sido felices, sí, felices, créalo usted... Nos habríamos ido a otro país, a un país lejano, muy lejano.
¡Qué feliz sería yo dijo si no me cercasen y me rodeasen y me amargasen la vida, tantos negocios y tantos enredos! ¡y si no, cuán felices y cuán contentas están mi mujer y mi hija!... es necesario dar un corte á esto; soy rico, á Dios gracias, y debo retirarme y descansar. Abre, Inesita, hija mía dijo llegando á una puerta.
Esa fue la primera vez que tuve en mi vida la convicción de que el fantástico gusto de Susana violaba todas las leyes de la simetría. Pero el señor de Couprat tenía uno de esos caracteres felices, que saben tomar todas las cosas por el lado mejor. Y además poseía la facultad de adaptarse al medio en que se hallaba.
En mis desdichas, hasta agora infélices, Si esto no es sueño, fábula y apólogo, Remedio hallaron mis intentos félices Y el corazón, de su ventura astrólogo.
Palabra del Dia
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