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Actualizado: 16 de junio de 2025
Y las gentes felices temblarían de pavor ante las caras amenazantes, las vestiduras miserables, las miradas de famélico estrabismo, los anhelos locos y criminales de destrucción. ¿Dónde se habían ocultado hasta entonces aquellos monstruos? ¿De qué antro surgían?... Y bien, gentes dichosas, habéis vivido con ellos sin saberlo.
O nosotros impondremos á España las sanas costumbres y creencias de los antepasados, ó nos aislaremos como ciertos pueblos de América, que viven felices, gobernados por el Sagrado Corazón de Jesús. Allí están los que dirigen y son gente que lo entiende: allí se prepara el porvenir.
Linilla me perdonaría, seríamos felices, viviríamos dichosos, y veríamos realizadas nuestras más bellas esperanzas. Pensando en estas cosas pasé dos o tres horas, en lucha conmigo mismo.
«Tan felices son que en mí se refleja su júbilo. No dejo de comprender que el aumento de amor hacia mí que en ella advierto no es otra cosa que un desbordamiento del que le profesa a él; pero a veces lo echo en olvido, como quien viendo una representación dramática, llega a imaginarse que presencia escenas de la realidad.
Has dado la victoria a tu enemiga... aguanta el golpe. Tu víctima y tu verdugo serán felices y tendrán muchos hijos». Cállate, cállate o verás... dijo Fortunata amenazándole con el puño, y tratando de vencer el terror sugestivo y supersticioso que su marido le inspiraba . Yo también sé verdades y te voy a decir una. Pues dímela pronto. Digo que eres un hombre sin honor...
Quiero a la tía Liette tanto como si fuera mi madre. Y bien se ve que ella le quiere a usted como a un hijo. Son ustedes los dos muy felices. Yo también me quedé huérfana muy pequeñita, pero no he tenido segunda madre. Mi tío es excelente y me quiere mucho, pero es un hombre.
No tengo inconveniente en decirlo: mis vigilias, mis anhelos, todos mis afanes materiales han sido y aun son para mis hijos; pero lo demás.... ¡Ah!; lo demás, incluso el traje, como usted está viendo, todo lo rindo en honor de aquellos felices tiempos de mi juventud.
Tristán se mostraba sobrio de palabras y ensimismado. ¿Qué es eso...? Parece que estás de mal humor. Nada tengo distinto de otros días. En general no encuentro en la vida grandes motivos para estar muy contento. Así hablan solamente los que son demasiado felices en este mundo. ¿Lo cree usted? preguntó distraidamente el joven. Sin duda; y tu ejemplo me lo confirma.
No puedes figurarte, Miguel, lo que sufro cuando te veo triste, lo que gozo cuando estás alegre... ¡Si supieras!... Al través de tu sonrisa veo yo el mundo risueño, hermoso, pienso que el cielo está siempre azul, el campo siempre verde y rondoso, y que los hombres son todos felices... ¡Oh, si lo supieras, estoy segura de que sonreirías siempre como ahora lo haces! ¿No es verdad?... ¡Algunas veces me acometen unos pensamientos tan tristes!
Cuando ya nos preparábamos para el regreso, llegaron, unidos por el santo vínculo, Isabel y el duque de Malagón. Sentimos gran placer al verlos, y los tres días que estuvimos juntos fueron los más felices que pasamos desde nuestra partida. Dimos, al fin, la vuelta para España, dejándolos a ellos en la capital de Francia.
Palabra del Dia
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