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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Vi de reojo que me miraba aún. ¿Qué murmuró. ¿Qué... qué? repetí. ¿Qué le dije? Tampoco me acuerdo ya... Sí, se acuerda... ¿Qué le dije? No sé, le aseguro... Sí, sabe... ¿Qué le dije? ¡Veamos! me eché de nuevo sobre la mesa. Si Vd. no recuerda absolutamente nada, puesto que todo era una alucinación de fiebre, ¿qué puede importarle lo que me haya o no dicho en su delirio? El golpe era serio.
Su corazón, sus recuerdos, sus lágrimas pertenecían de derecho al primero; el segundo no debía importarle nada; cuanto pensase en él era profanar la memoria del esposo querido... Por fin, una tarde muy lluviosa de esas en que únicamente hace visitas quien desea hallar solo al que busca, se presentó Julián.
Es risa oírle hablar de las mujeres como un hombre ya maduro; sacar el reloj como si tuviera que hacer; contar todas sus acciones del día como si pudieran importarle a alguien, pero con despejo, con soltura, con aire cansado y corrido.
Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes. ¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de cuidados? A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe importarle poco la vida. ¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿Sí o no?
El verdadero amigo de los pobres era el amo con su jornal; y si encima daba vino, mejor que mejor. Además, ¿qué podía importarle la suerte de los trabajadores a aquel tío que vestía de señor, aunque raído como un pordiosero, y no tenía callos en las manos? Lo que deseaba era vivir a costa de ellos; un falsario como tantos otros. Salvatierra adivinaba estos pensamientos en los ojos hostiles.
¿Y qué le dices? ¡Pues no quiere usted saber poco! Ni el padre Anselmo, que es mi confesor, pregunta tanto. Algo de muy interesante y misterioso tendrá lo que dices a Antoñuelo, cuando ni al padre Anselmo se lo confiesas. No se lo confieso porque no es pecado, que si fuera pecado se lo confesaría. Y no se lo cuento tampoco, porque a él no le importa nada, y a usted debe importarle menos que a él.
La brillante pollada del balcón agitábase con gran algazara, sin importarle las miradas curiosas de los de abajo; dominaba en ella esa nerviosa alegría de las jóvenes cuando, libres momentáneamente del sermoneo de las mamas, sienten una oculta comezón, un vehemente deseo de cometer diabluras. Con el anhelo de su libertad, iban de una parte a otra sin saber por qué.
Petra sonrió de un modo que ella creyó discreto y retorció una punta del delantal. Perdóneme Usía... dijo con voz temblorosa y ruborizándose. No hay de qué, hija mía. Agradezco su celo. Don Fermín estaba pensando que aquella mujer podría serle útil, no sabía él cuándo, ni cómo, ni para qué. Sintió deseos de ponerla de su parte, sin saber por qué esto podía importarle.
Rasgó su mejor vestido al sacarlo del colgador, y por dos veces se arañó las blandas manos con ocultos alfileres, mientras mentalmente comentaba indignada el suceso que le ocurría. ¡Ah! entonces lo comprendía todo. Su alevoso marido había traído esta niña de su primera mujer, esta niña cuya existencia nunca pareció importarle, para insultarla, para ocupar su puesto.
Pero ¿qué podía importarle á él que los padrinos fuesen unos ó fuesen otros? Pirovani sólo cuenta conmigo siguió diciendo Moreno , y yo vengo á buscarle, don Carlos, para que me saque del apuro como hombre de armas, y sea también padrino del italiano. Protestó el estanciero con vehemencia.
Palabra del Dia
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