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Al Abrego á prender Irala envia, Porque él con los leales retirado Andaba por los bosques á porfia, Del remedio de España confiado. El Escaso, que supo dormia, Una noche le halla descuidado, Y al blanco pecho apunta, y fué tan cierto, Que el corazon le parte, y deja muerto.

Sintió, como llegó, que andaba estruendo, Sonido de arcabuces y gran grita, Al Abrego prenderle pretendiendo, El Mirabal, vereis tanto se incita: El Abrego la fuerza resistiendo, Que se mete ya en colera infinita; Estaba el sin ventura ya tan ciego, Que poco aprovechaba con el ruego.

Estando la ciudad asì poblada, La Trinidad por nombre le pusieron, Y la gente en cabildo congregada, Alcaldes ordinarios eligieron. En esto en Santa gran melonada Se junta de mestizos, y escribieron A Tucuman, al Abrego, diciendo Lo que entre ellos andaban mal urdiendo.

Llegando á la ciudad al fin Irala, Con grande regocijo es recibido; De Mendoza la muerte le desala El corazon, y entrañas le ha rompido. Tras Abrego con priesa el monte tala, Y á Escaso aquesta causa ha cometido: Mas no le fué en el tiro de su mano, Que un tiro que tiró no sale vano.

De lo pasado dando larga cuenta Al Abrego, que estaba arrepentido, Con ansias y dolor casi revienta, Perdiendo la memoria y el sentido. Por escrito muy largo, bien lo asienta, Y á los Charcas el caso ha referido, A Matienzo en breve ha despachado Y al Virrey el negocio ha recontado.

La artemisa con las tradicionales virtudes de sus jugos; la yerba buena con las delicadas emanaciones de sus ásperas hojas; el adusto romero con su salvaje independencia, adornan las faldas del coloso, esparciendo á su alrededor finísima fragancia. Cuando el ábrego hiere las copas de las casuarinas produce en sus delicadas ramas una armonía extraña y conmovedora.

Su venida no saben, y está junto Con su gente haciendo grande estrago. De amigos, y favor está disjunto El Abrego en aqueste fuerte trago, Y el Lerma pretendía así cojerle Porque intencion traía de prenderle. En el Perú la fama habia volado, Con falsa presumpcion, ó verdadera, Que aqueste Abrego estaba medio alzado; Por tanto viene Lerma á la ligera.

El Abrego por votos fuè elegido, Que cédula real dispone de esto: Y siendo ya del pueblo recibido, Comienza de envidar todo su resto. El Mendoza se tan afligido, Y acaso le fué Abrego muy molesto, Que no pudo sufrir verse burlado; Y oid en lo que para este nublado. Con sus pocos amigos, dicen, quizo Tratar de recobrar con nueva traza El mando.

Al punto que desiste luego viene La gente de leales de los sotos, Y el Abrego leal no se detiene, Que espera de tener aquí mas votos: El Lazcano malvado pues no tiene Los filos del intento, malos votos, Que con presteza á muchos sobornando, Al Abrego procura dén el mando.

Mal lo ha sentido El Abrego, que á Lerma conocía: En cólera los dos se han encendido, Y mientras algun tiempo se gastaba, El Lerma con su gente ya llegaba.