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Ausencia, celos, quejas y desavenencias, odio, desdenes, penas, reconciliación y matrimonio. Teoría y consejos amatorios. Cariño y penas filiales. Religiosos. Sentenciosos y morales. Fiestas y baile. Columpio. Jocosos y satíricos. Estudiantes, soldados, marineros y mineros contrabandistas, brabucones y borrachos. Carcelarios. Históricos y tradicionales. Locales. Varios. Apéndice general.

Licencia para la representación: «Es de las muy buenas comedias que ha escrito Lope de Vega: la fábula ingeniosa; los versos muy poéticos, escogidos y sentenciosos, con discretos avisos para la vida humana y toda digna del theatro de la corte. Madrid 11 de X.bre 1626. La hoja que lleva el título, medio estropeada, contiene la distribución de los papeles del primer acto: El conde Octabio Autor.

Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes. Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan á ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen á los que no han salido nunca de su país; fuera del horizonte á que estan acostumbrados, se imaginan que no hay mas mundo.

En los libros se usa mucho esto, y cada dia vemos Autores que para referir una opinion suya, ó agena hacen mil preámbulos, y razonamientos que nada conducen. Los períodos muy largos, y los dichos sentenciosos son contra el buen método, porque los primeros distraen, los segundos confunden al entendimiento. Este defecto es muy ordinario en los que emprenden obras muy largas.

He dicho que los daños en este punto son de mucha trascendencia, porque suelen adolecer de semejante defecto los autores profundos y sentenciosos; y como quiera que sus palabras se escuchan con tanto mas respeto y acatamiento, cuanto es mas fuerte el tono de conviccion con que se expresan, resulta que el lector incauto recibe como axioma inconcuso, ó máxima de eterna verdad, lo que á veces no es mas que un sueño del pensador, ó un lazo tendido adrede á la buena fe de los poco avisados .

Nombré antes a los niños, y aquí repito, aunque Presentacioncita había dejado de serlo, a me hacía el efecto de uno de esos chiquillos sentenciosos, que con sus verdades como puños nos causan asombro y risa. Verdad es que la de Rumblar, aun haciéndome reír, me causaba al mismo tiempo tristeza.