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Ahora, cuando baje, puedes manifestarle con palabras tiernas tu propósito de no ofenderla más, como lo has hecho saliendo a la calle por las tardes en la hora que tengo dispuesto hables con ella y le recites alguna fábula bonita o poesía instructiva. Yo, señor D. Gabriel y se dirigió a de nuevo , no gusto de tiranizar a la juventud.

Hoy, en cuanto a , serían un crimen, y por parte tuya una vileza. Concluiríamos aborreciéndonos. Bueno, como quieras, puede que tengas razón; pero yo no me conformo. ¡Qué impresión me causó encontrarte! ¡Cuánto me has hecho soñar! Ahora, ahora es cuando te adoro. ¡Idea, imagina, propón un medio, un recurso! Soy capaz... ¿De qué? No hables más, que me ofendes.

No hay mujer casada que no peque... Ya saben tapar bien esas señoras ricas. No me gusta, hija, que hables así de persona alguna y menos de esa. Yo me explico que no la quieras bien; pero observa que es inocente de las trastadas que te ha hecho su marido. Feijoo conocía a algunas personas de la familia de Santa Cruz.

Todavía tenía yo que hacer en la casa, y, mientras sacaba el café de la despensa y pesaba la harina y el tocino para la sopa de la mañana, oía siempre la misma voz que me gritaba en el oído: Es necesario que le hables.

El que la escribe exige que no hables con nadie de la carta, sino conmigo si quieres. Hasta para tu hermana ha de ser un secreto. ¿Lo entiendes? Hay además otra condición extraña. La contestación que has de dar no se te admite hasta dentro de un mes, y se te suplica al mismo tiempo que no retardes el darla más de cuatro meses.

Sin responder a la salutación que le hice en la cocina, adonde había ido el infeliz desde la cama, me dijo, porque estábamos solos en aquel momento: Como ya habrás leído los papeles que te entregué ayer tarde, por lo menos el principal de todos, quiero, y así te lo mando, que no me hables una palabra ahora ni después ni nunca, de esos particulares ni de ningún otro que sea pariente de ellos.

Mira, hija, yo te quiero mucho, y como señora tuya y amiga te aconsejo que le hables clarito, que le cuentes tus faltas y caídas. Así el buen señor no se llamará a engaño, si andando el tiempo descubre lo que ahora le ocultaras. No, Nina, no; hija mía, dile todo, aunque se te ponga la cara muy colorada, y se te congestione la verruga que llevas en la frente.

Olvídalo, y a nadie, ni a tu confesor, hables de eso. reconocerás que está lleno de seducciones y que no es extraño que su fantasía acalore y agite el alma de una... Pero no hables de eso. Calla, por favor. ¿De veras no le amas? No. ¿Ama a alguna otra de esta casa? No ... calla... no, a nadie de esta casa respondió turbada . Pero ¿no merezco que me creas? No, casi no.

¡Quiero que hables! ¿oyes? que te dispongas a revivir y que no olvides lo que te decía anoche tu madre. ¡Mi madre!... , tu madre, ¿pues qué? Mi madre ha sido feliz toda su vida. ¿Y , no?... ¡Qué rico tipo!... Mira, así y reunía en un haz las yemas de sus dedos, así, ¿ves?... así hay consuelos para cada dolor. Es posible.

Después de un silencio, Ignacio replicó: Yo no los he entendido bien, te repito... No te enojes, que no vale la pena... Mejor es que por ahora no me hables más del asunto, que ya lo comprenderás... Mi hermano Adolfo ha hecho lo posible para servirte, y me pide que le disculpes la mediana instalación del hotel... Te invita para esta tarde... Siempre comerás en casa... Y aprovecharemos hoy bien el tiempo, porque en los alrededores abundan perdices y palomas del monte... Vuelvo a casa y dentro de media hora vengo a buscarte. ¡Hasta luego!