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Actualizado: 26 de junio de 2025
Encontró a su tía en el cuarto de la comandanta en un estado verdaderamente aflictivo, ojerosa, con la cabeza pesada y un humor poco dispuesto a las bromas. «¡Bien por las valentías!... le dijo Fortunata . ¿Y qué tal se ha portado la enferma?». No me hables, hija; noche más perra no la he pasado en mi vida. No me ha dejado ni siquiera descabezar un sueño de diez minutos.
¡Ah! ¿Para hablar de mí?... Pues mira, de aquí en adelante no hables de mí. Basta con que me quieras. Los criados, que por allí andaban, los miraban con el rabillo del ojo y se hacían guiños maliciosos. Al salir tropezaron con Pepa Frías. La frescachona viuda estaba muy bien ataviada: había oído infinitos requiebros.
¡Pero, hombre de Dios!... No me hables, Pepe.... Me has matado con una palabra.... Déjame tranquilo.... Dios te perdone como yo te perdono.... Yo soy como un conejo a quien hiere el cazador y corre a morir a su madriguera.... No me hurgues más.... Déjame morir en paz. Este símil del conejo le hizo tal impresión después de haberlo proferido, que se dejó caer sollozando en una butaca.
¡Pero tú también eres señorita! apuntó Nolo en voz baja y sonriendo. El semblante de la joven se oscureció. ¡Calla! ¡calla! No hables de eso.
Tómenla, ¡yo no la quiero, no la quiero!... Misia Casilda, acariciando la cabeza rubia, murmuraba: ¿Ves? si yo te lo decía, yo te lo decía... Luego, ensayó arrancarle aquellas ideas disparatadas. No hables así, Quilito, mira que Dios te está oyendo; no te aflijas tanto, hijo mío, quizá todo pueda arreglarse. ¡Has perdido! es una desgracia, pero trataremos, unidos, de remediarla.
Los dos lo tenemos, los dos. En pasando de los sesenta no hay día seguro.... Si esos pensamientos te sirviesen para acordarte más de Dios y trabajar en su santo servicio, me alegraría de que los tuvieses. ¿Te parece que no trabajo bastante por él, y me lleva todos los años más de cinco mil duros en misas y novenas? ¡Vamos, Antonio, no hables así!
¡Abuela! ten piedad de mí supliqué con lágrimas en los ojos; déjame gozar de mi vigésimoquinto aniversario... No me obligues a pensar cosas tristes... No me hables de la muerte, y sobre todo de la tuya... Es, sin embargo, una ley de la Naturaleza siempre respetada y siempre obedecida respondió dulcemente la abuela.
Quieres ver á Doña Blanca, y la verás, pero con menos peligro de lances y de escándalo. Pasado mañana va D. Valentín á la casería con el aperador, á vender unas tinajas de vino. Entonces podrás ver y hablar á Doña Blanca. Para evitar mayores males, te llevaré yo mismo. Yo entretendré á Clara á fin de que hables á solas con Doña Blanca y le digas cuanto tienes que decirle.
¡No me hables de ella! exclamó Alicia, á pesar de que su compañero no había dicho nada . ¡La detesto!... El pobre Martínez en el olvido. Me lo disputa, me lo quita, y luego viene en busca de Castro, mientras el otro infeliz vagará por Monte-Carlo. ¡Qué mujer! ¡El mal que me ha hecho!... Ella tiene la culpa de todo.
Deja a ese hombre..., no hables de lo que no me interesa. ¿Conque antes decías que los tenderos de la calle de la Sal martirizaban a la chiquilla...? Sí, señora, mucho. Me desgarraba el corazón contesté sin cuidarme de disimular los sentimientos de mi alma. Era natural que te interesaras por la desgracia. Es que yo había conocido a Inés antes de que a tal casa fuera.
Palabra del Dia
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