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Actualizado: 20 de mayo de 2025


A la derecha, en una pendiente, se divisa la casería de «El Encinar»: un gran edificio con trojes, establos y cobertizos, de tejados planos cargados con gruesas piedras para resistir los vientos del Norte. Algunas vacas pastan entre los brezos y algunas cabras sobre las rocas. Todo allí es tranquilo, silencioso.

No hay plazo que no se cumpla, y dicho plazo se cumplió al cabo. Cumpliéronse también los pronósticos del Padre. D. Valentín salió aquel día muy de mañana con el aperador para ir á la casería, de donde no pensaba volver hasta la noche. El Comendador, que lo espiaba todo, se preparó para la entrevista prometida. El P. Jacinto no se hizo aguardar mucho tiempo y vino á buscarle.

El alma en los ojos mira; Dellos la verdad advierte; Que, sin admitir espacio, Dijo mil veces que . ELVIRA. Sancho, no lloro por ti, Sino por ir a palacio; Que el criarme en la llaneza Desta humilde casería, Era cosa que podía Causarme mayor tristeza. Y que es causa justa advierte. SANCHO. ¡Qué necio amor me ha engañado! Vivid, mi necio cuidado; Que yo me daré la muerte.

En aquel momento D. Juan Nepomuceno se presentó en el despacho con un saquito de dinero entre las manos; saludó a Reyes con solemnidad, y se puso a contar pesos fuertes sobre la mesa; se trataba de la renta de la Comuña, una casería que entregaba limpios todos los años cuatro mil reales.

Si fuese casado, ya sería otra cosa..., miraría más por él y cuidaría de no soltarlo como lo suelto... Tomás, bien sabes que puedo casarme con una señorita... Aunque no soy un jovencito, a ninguna de la villa le diría envido que no me dijese quiero... Hoy, entre las muchachas, oros son triunfos... Pero yo soy muy considerado... A me tira mucho la familia... y eso de que mañana, u otro día, si el marqués os echa de la casería, tengan tus hijas que ir a servir a un amo, me duele mucho... Puedes creerlo.

Componíase en un principio de un retazo de monte y de trescientas fanegas de tierra de sembradura; pero, debido a los apuros del señor, había ido mermando rápidamente, hasta reducirse a un espeso carrascal y a estrecha lonja de prado, en cuyo extremo se levantaba la ruinosa casería de los padres de doña Brianda. La jara, el cantueso y la viciosa maleza habían invadido los jardines que existieron.

Los grupos de campesinos bebían el último trago con los del pueblo, antes de emprender la marcha, deseosos de relatar los incidentes de la famosa lucha durante la velada en la casería. En la plaza sonaban el pito y el tamboril con cadencias de baile. Se había reunido toda la gente joven para celebrar la victoria con un aurresku, la gran danza vasca que tenía algo de rito primitivo.

Pepita había dejado en la casería la larga falda de montar, y caminaba con un vestido corto que no estorbaba la graciosa ligereza de sus movimientos. Sobre la cabeza llevaba un sombrerillo andaluz, colocado con gracia. En la mano el látigo, que se me antojó como varita de virtudes, con que pudiera hechizarme aquella maga. No temo repetir aquí los elogios de su belleza.

Cuando llegamos a la casería y nos apeamos, se me quitó de encima un gran peso, como si fuese yo quien hubiese llevado a la mula, y no la mula a . Ya a pie, recorrimos la posesión, que es magnífica, variada y extensa.

Apenas lo supo, mandó que pusiesen las jamugas a la burra, se hizo acompañar en otra burra por su confidenta, y sin que su marido lo notase, se fue por aquellos vericuetos hasta llegar a la casería. Terrible fue la entrevista con la pecadora, a quien echó de allí a pescozones. Debo advertir que en este y otros casos se avivan los celos con poderosas razones económicas.

Palabra del Dia

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