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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Y allí, al lado de Chile, entraríamos ahora al Palacio de los Niños, donde juegan los chiquitines al caballito y al columpio, y ven hacer barcos de cristal de Venecia, y las muñecas que hace el japonés, envolviendo con el palitroque alrededor de una varita las pastas blandas de colores diferentes: y hace un daimio con su sable, y un Mikado de ahora, con su levita a la francesa: ¡oh, el teatro! ¡oh, el hombre que está haciendo los confites! ¡oh, el perro que sabe multiplicar! ¡oh, el gimnasta que anda a caballo en una rueda! ¡y el palacio es de juguetes todo por afuera, desde el quicio hasta los banderines del techo!
Levantose al fin, y persiguiéndole las dos con risas y festejo, trató una de ellas de darle un latigazo con una varita de sacudir telas; mas lo hizo con tan mala suerte que dando un cachiporrazo al altar, toda la máquina de santos, velas y juguetes se vino al suelo con estrépito.
Venía como siempre, con su estrella, su varita mágica, su pelo suelto, su magnífico manto... Sonriendo con ternura a su ahijada, le dijo: Veo que eres buena, Lita. Te agradezco tu labor en nombre de los niños pobres, a quienes les llevaré tus colchas, para que no se mueran de frío en las noches de invierno.
Y ¿en qué vas a entretenerte? la preguntó al fin don Alejandro. Por de pronto, en coger florecillas y helechos, que abundan entre estas peñas sombrías. ¡Verás qué guirnaldas y qué ramilletes tan lindos voy a hacer!... Vamos, tu manía. A veces vuelves a casa hecha una varita de san José. Corriente.
María, en cuya alma tosca y áspera no experimentaba la poesía ni hacia los sentimientos ascéticos de Stein, no tenía ganas de responder; pero como tampoco podía dejar de hacerlo, escribió en la arena con la varita, con que distraía su ocio, la palabra «¡Siempre!»
Un hecho estaba demostrado: hacía mucho que nadie se había aproximado al punto indicado, porque no encontramos la menor huella que diera a conocer que las plantas de algunos intrusos hubiesen hollado una hoja o destruido una sola varita.
Burlando burlando desgarra él mismo su obra; se deplora que así lo haga, pero con un pincel poético, que se asemeja á una varita mágica, evoca en un instante á nuestra vista un nuevo edificio más bello que el anterior; nos arrebata en sus escenas, más seductoras la una que la otra, y de placer en placer y de sorpresa en sorpresa, nos obliga, contra nuestra voluntad, en vez de irritarnos contra él, á agradecerle el goce que nos proporciona.
Estaba inclinada la cabeza al anoyo; exhalaba de rato en rato hondos sollozos, y tenia en la mano una varita con la qual estaba esciibiendo letras en una fina arena que entre los céspedes y el arrojo mediaba.
Entra en puntillas y se para al pie de mi cama. Es todavía más linda que mamá. Tiene una estrella en la frente y el pelo suelto. Arrastra, como la cola de los vestidos de baile de mamá, un manto de tul bordado de oro, perlas y brillantes. En la mano lleva siempre levantada su varita mágica...
Un soldado hay, empero, cuya vara aparece más corta que las otras. «¡Miserable! le grita Facundo con voz aterrante , ¡tú eres!...» Y en efecto, él era; su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo: el crédulo gaucho, temiendo que, efectivamente, creciese su varita, le había cortado un pedazo.
Palabra del Dia
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