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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Ea, niña dijo la gitana vieja , no hables más; que has hablado mucho, y sabes más de lo que yo te he enseñado; no te asotiles tanto, que te despuntarás; habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en altanerías; que no hay ninguna que no amenace caída. ¡El diablo tienen estas gitanas en el cuerpo! dijo a esta sazón el Tiniente.
Pero ¡por mis pecados! que me has de devolver esos trastos, amigo, si he de cumplir la misión de Sir Claudio Latour, y te los pagaré como nuevos, á precio de armero. Aquí tienes todo lo que te he ganado y no hables de pagármelo, dijo Tristán. Mi único deseo era llevar encima esos arreos por un rato, para tomarles el peso, ya que en Francia y España he de llevarlos á diario por algunos años.
Era el alma y el regocijo de la tertulia de la Niña. La vaya incesante con que mortificaba a ésta los tenía a todos en continuo espasmo de risa. Vamos, Nuncia, ¡mucho ojo! No hables demasiado, porque ya sabes que te he visto las pantorrillas y... y... y... La pobre octogenaria se ruborizaba como una niña de quince. Nada la sofocaba tanto como este recuerdo importuno de la tarde del columpio.
No me hables de eso, Gil: Gil, no me hables de eso dijo fingiéndose incomodada doña Leoncia; que todos los hombres son unos engañosos, y está una muy escarmentada ... no ... digo ... muy.... Le han dicho á una lo que son los hombres ... Y si no, miren al prestamista de abajo que todos los días desayuna á su mujer con cincuenta palos. ¡Oh, Leoncia de mis pecados!
Una cosa voy a pedirte: que el día que ya no me quieras me hables francamente, y me digas la verdad, ¡toda la verdad! Tú dirás que estos temores míos son infundados, que son locuras mías.... ¡Dí lo que quieras! Yo cumplo con no ocultarte nada, nada de cuanto pienso y siento. Ya sabes que no tengo secretos para ti, y que cuanto se me ocurre te lo digo, aunque sea en contra mía.
Pues para que te tranquilices de una vez dijo la otra sin mirarla . Tenla por honrada, y cuando hables de esto con él, hazle entender que lo crees así, y no aspires a que él te dé su respeto; conténtate con el amor. Quítate de ahí, mujer saltó Fortunata muy nerviosa . Si esto se acaba... ¡Si me está faltando ese perro! Si en quince días no le he visto más que dos veces.
He podido morirme, y si esto hubiera ocurrido, en lugar de estar ahora junto a ti, alegre y dichosa, estaría a estas horas tendida en el fondo de una tumba... Pero, ¿qué tienes, amor mío? No me hables así, Magdalena, no me digas nada de eso: harías que perdiera la razón.
Esto se llama un carácter fácil... ¿Por qué no he de hacer lo que quiera mamá? replicó Paulina asombrada. Mamá no puede querer más que mi bien. Sí, sí respondió Francisca muy nerviosa. Déjate conducir y guiar... No pienses... No hables... No andes... Tu mamá hará todo eso por ti... ¡Oh! Francisca... Y si necesitas sonarte, espera que tu madre te prepare el pañuelo, so mema... ¡Oh!
Por poco me tira de espaldas aquel huracán; pero como conozco a Francisca, tomé el partido de esperar que hubiese acabado su letanía de tontunas. ¿Qué pasa? No me hables; estoy furiosa. Ya lo veo. Tengo una rabia... También eso es visible. Figúrate que la señorita Bonnetable acaba de venir a traer a mamá un gran chisme sobre mí... ¡Ah!... Se puede saber...
No, mamá; interrumpió Gabriela ya te he dicho la historia de Angelina. El P. Solís nos la contó una noche. Esa joven es hija adoptiva del P. Herrera. ¡Ah que mamá! exclamó el corcovadito. ¡Qué memoria la tuya! Acuérdate, acuérdate.... El P. Solís contó la historia. Esa joven.... Calla, Pepillo; no hables de eso.... No son cosas de niños... dijo Gabriela.
Palabra del Dia
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