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Actualizado: 23 de julio de 2025


Con esta fecha, 23 de Mayo de 1912, le remito la expresada comunicación para que sea tomada en cuenta y asentado al libro del Ejército la comisión desempeñada por el infrascripto y el capitán Pablo Felisier y el teniente Ayudante Francisco Duany y Méndez y Mauricio Rebollar y el teniente armero Wenceslao Dávila y seis números; cuya comisión realizó las hazañas siguientes: el 20 de Mayo á la 1 a. m. en la Hacienda del Olimpo incomunicando la vía de Guantánamo y San Luis por el extremo Este y Oeste y el hilo de la finca por el Norte, sacando seis caballos aperados del Batey Olimpo y asaltando á la cantina del Sr.

Pero ¡por mis pecados! que me has de devolver esos trastos, amigo, si he de cumplir la misión de Sir Claudio Latour, y te los pagaré como nuevos, á precio de armero. Aquí tienes todo lo que te he ganado y no hables de pagármelo, dijo Tristán. Mi único deseo era llevar encima esos arreos por un rato, para tomarles el peso, ya que en Francia y España he de llevarlos á diario por algunos años.

Fue con paso vacilante hacia la alcoba y a tientas, porque ya la oscuridad era completa, metió las manos en el armero y sacó dos grandes sables de caballería. Toma dijo alargando uno al capellán.

He debido tomar algo pensó, para tener fuerzas: si el cuerpo desfallece, el espíritu se amilana... No es extraño, pues, que me sienta sin valor y eche mano de todos los sofismas de la cobardía para convencerme que no debo suicidarme; a los condenados a muerte, se les da un cordial, para que resistan: con razón, el armero me preguntó si iba a batirme, porque estaba muy pálido... pálido de debilidad y no de miedo, debilidad de estómago, entendámonos... aquí me encuentro mejor... pero, todavía no, más tarde; hay tiempo.

Hacia el centro de los tableros de roble que cubrían las paredes del vestíbulo había suspendida una cota de malla y sus accesorios, no una reliquia hereditaria, como los retratos, sino de fecha más moderna, fabricada por un hábil armero de Londres el año mismo en que el Gobernador Bellingham vino á la Nueva Inglaterra.

¡Oh, la sonora escalera, los corredores enlucidos con cal, la oliente cuadra, los correajes que se lustran, la tabla del pan, las cajas de betún, los camastros de hierro con manta gris, los fusiles que brillan en el armero!... ¡Rataplán! ¡Rataplán!... ¡Rataplán! ¡Rataplán!...

En la cazoleta o taza cabía holgadamente un azumbre, y sus gavilanes nielados de oro, lo mismo que el arriaz, daban aspecto artístico y lujoso a la empuñadura. Tenía en las dos fachadas del puño el escudo de los Rumblares, y en el pomo una cabeza con la empresa del armero toledado Sebastián Hernández.

Pero, ¿qué mucho si hasta menos altas facultades y virtudes, cuando están en potencia, se actúan, se acicalan, se templan, se bruñen y se aguzan en París como la espada en la oficina del armero? En París, no sólo el entendimiento, la imaginación y la sensibilidad, no sólo los sentidos estéticos, o sea la vista y el oído, sino también los otros tres sentidos, se educan y se perfeccionan.

Palabra del Dia

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