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Era el alma y el regocijo de la tertulia de la Niña. La vaya incesante con que mortificaba a ésta los tenía a todos en continuo espasmo de risa. Vamos, Nuncia, ¡mucho ojo! No hables demasiado, porque ya sabes que te he visto las pantorrillas y... y... y... La pobre octogenaria se ruborizaba como una niña de quince. Nada la sofocaba tanto como este recuerdo importuno de la tarde del columpio.

De aquí proviene ese proceso que la desgraciada octogenaria prosigue con grandes gastos, de jurisdicción en jurisdicción, con una persistencia que toca en manía, y aflige á sus amigos y divierte á los indiferentes.

Cuando la multitud ya había pasado, me dirigí a una mujer casi octogenaria que seguía con paso más lento a la comitiva, a causa de su avanzada edad, preguntándole el nombre de la persona a quien llevaban a enterrar. «¡Ay, señor! me ha contestado sollozando , no puede usted haber dejado oír de hablar de la buena Cornelia.

Era muy vieja, casi octogenaria, y su muerte está en el orden, evidentemente... Por desgracia, no le conozco ningún pariente próximo, y tengo que ejercer derechos como heredero a una parte, al menos, de sus bienes. Su fortuna es la que el señor de Boivic legó a mi madre... ¿comprende usted?

Nunca la recobraré, aunque vuelva á ver á mi hijo. Estas pruebas rasgan el corazón por toda la vida. Véame usted; estoy encorvada, blanca y arrugada como una octogenaria y no tengo cincuenta años. Ruego al cielo que los que me han proporcionado mi horrible tortura no sufran todo el castigo que merecen...