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Más que árboles parecían ruinas, muros de leña negra deformados y derrumbados por una tormenta, montones de madera encorvada y ahuecada por el chamuscamiento de un incendio extinguido. También en ellos era más importante lo invisible que lo expuesto á la luz. Sus raíces, gruesas como troncos, desaparecían serpenteando en la tierra roja para volver á surgir treinta ó cuarenta metros más allá.

Así fue conociendo a los amigos de su padre; aquella bohemia en la que la música iba unida siempre a un ideal de revolución europea; mezcla confusa de artistas y conspiradores; viejos profesores calvos, miopes, con la espalda encorvada por toda una vida de inclinación ante el atril; jóvenes morenos de ojos de brasa con erizadas melenas y corbata roja, que hablaban de destruir la sociedad, haciéndola responsable de que su ópera no fuese admitida en la Scala o de que ningún gran maestro quisiera echar una mirada a sus dramas líricos.

Y llevándose la mano al quepis, se marchó con ese paso cadencioso de los antiguos soldados y la espalda encorvada como si llevase todavía la mochila. Liette le vio atravesar la plazuela, pasar por los grupos y entrar en la iglesia.

Desde el pretil veíanse rebaños de obscuras ovejas, que al compás perezoso de las esquilas iban en busca del corral, mientras que por la parte de arriba, por la carretera polvorienta, marchaban también en retirada los rebaños del trabajo, gentes de espalda encorvada y blusa vieja, con la cara sudorosa y el saco de herramientas a la espalda. La melancolía del crepúsculo se apoderaba de Juanito.

Y los carreteros de cutis curtido, que restañaban alegremente el látigo al pasar por la ventana baja en la que la silla alta del niño Carlos reemplazaba al gran sillón de la de Raynal. Y los aldeanos que volvían de los campos, agobiados bajo el peso del haz de hierbas, de leña o de espigas, levantaban la espalda encorvada para sonreírle.

Unas encogidas, otras en marcha y aquéllas... ¿recuerdas, Emilio, la ráfaga criolla que nos envolvió?... ¡jugando a la taba! ; encorvada, una deliciosa estatuíta sigue con avidez los giros del pequeño hueso, mientras su partner espera paciente el turno.

La oradora senatorial, con la faz más amarilla que nunca, la mirada torva, la nariz encorvada y una voz silbante, atacó á Gillespie durante mucho tiempo, procurando que sus golpes al coloso cayesen de rebote sobre los altos señores del Consejo Ejecutivo. Hizo la historia de todos los Hombres-Montañas que habían llegado al país en el curso de los siglos.

El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.

Contempló Ulises una mujer nueva, intensamente pálida, con el rostro casi verde, la nariz encorvada por la cólera y un fulgor de locura en los ojos. Todo lo que guardaba en el fondo de su pensamiento emergió á borbotones, expelido por una voz ronca cargada de lágrimas.

Nunca la recobraré, aunque vuelva á ver á mi hijo. Estas pruebas rasgan el corazón por toda la vida. Véame usted; estoy encorvada, blanca y arrugada como una octogenaria y no tengo cincuenta años. Ruego al cielo que los que me han proporcionado mi horrible tortura no sufran todo el castigo que merecen...