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La persona que había llamado, estremecida sin duda por aquella voz, tardó un instante en contestar. Soy yo, Gonzalo dijo al cabo con voz débil. ¡Ah! dispensa, Cecilia. Entra replicó el joven dulcificándose de pronto. Su cuñada abrió la puerta, entró, y la cerró después con cuidado. Venía a saber cómo estabas, y al mismo tiempo a decirte que si quieres la limonada ya la tienes hecha.

De los navios jugando artilleria, El enemigo á los nuestros daño hace, Con su grave, importuna bateria, En breve nuestro campo se deshace. A lo alto de un cerro se subia, De lo cual al Ingles mucho le place, Que viendo á los cristianos retirarse, En su lancha procuran embarcarse.

No; el cordero rabioso no era el que había venido a la torre del Pirata a matarle. Sus escandalosas vociferaciones bastaban para demostrarlo. El señor pasó tranquilamente la primera parte de la noche. Luego de cenar, cuando se fue el hermano de Margalida con la triste certeza de que su padre no desistía de llevarlo al Seminario, Jaime cerró la puerta, colocando tras ella la mesa y las sillas.

14 ellos y todos los animales según sus especies, y todas las bestias según sus especies, y todo animal que anda arrastrándose sobre la tierra según su especie, y toda ave según su especie, todo pájaro, toda cosa de alas. 16 Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron, como le había mandado Dios: y cerró Dios sobre él.

Yo me había aproximado a Blanca lo suficiente para atenderla, pero ella, no si con intención o sin ella, cerró la distancia aproximando lo más posible su asiento al mío. Usted no bebe nada me dijo, ¿tiene miedo de perder la cabeza? No... si usted la perdiera, me gustaría perderla con usted le repuse.

El sol se habia escondido detras de la mole gigantesca de ásperas montañas que se extienden desde el grupo de Giswylerstock hasta el cerro de Pilatos.

Era el faro del Cerro; el monte que al ser visto por los primeros navegantes españoles dio, según la tradición, su nombre a la ciudad. Las luces se iban extendiendo profusamente. Alineábanse en dobles filas, indicando el trazado de los bulevares exteriores; otras más débiles punteaban con rangos superpuestos la negra masa de los edificios.

A las tres de la tarde, les entró una turbonada por el sud-oeste, que hubieron de aferrar las velas, viendo á la misma hora en una nube negra una manga de agua, que se levantaba á lo alto como un cerro.

Divisamos el Cerro de la Tinta al N, con las demas sierras, y reconocimos estar muy internados al S de ellas, y llegando á un arroyo á las cinco ó seis de la tarde paramos en él, divisándose á un mismo tiempo gran porcion de yeguada, y saliendo los indios á correrla, se proveyeron de carne para mucho tiempo.

Entrad, señora dijo el carcelero llegando á la puerta. Entró una mujer completamente envuelta en un manto, y mandó con un ademán enérgico al carcelero que saliese. La puerta se cerró. Entonces la mujer se echó atrás el manto, adelantó hacia don Juan, le asió de las manos y le miró exhalando toda su alma, y su alma enamorada por sus ojos. ¡Ah! ¡Dorotea! exclamó con una sorpresa dolorosa don Juan.