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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Recuerdo además un Bodegón, de Velázquez; una Santa María Egipciaca, de Rivera; una Cena, de Vinci; una Cabeza de San Francisco y un San Pedro Advíncula, del dicho Rivera; nueve cuadros de la Vida de la Virgen, de Lucas Jordán..... y, en fin, una multitud de lienzos notables, si no de primer orden, de Palomino, Zurbarán, Murillo, Vandik, Rubens, Valentín Díaz, etc.

¡Reparona! ¿Qué más da? Son novecientos ochenta declaró D. José, haciendo gala de su saber de cuentas. ¿Quiere usted callar?... Usted, Sr. D. Pepe, no tiene que poner su carne en este garfio. La equidad, amiga D.ª Encarnación... ¡Amiga, doña!... Diga usted, tío Lilaina, ¿en qué bodegón hemos comido juntos? ¿Se quiere usted meter en sus cosas y dejarme a ? Falta un duro repitió Isidora.

Le habían disparado un arcabuzazo. Desenvainó la espada y recorrió velozmente el paraje en todo sentido. No había nadie. Al continuar su camino y al descubrirse instintivamente, advirtió, a uno y otro lado de la cumbre de su sombrero, dos agujeritos redondos. No dejó por eso de volver al bodegón del arrabal. Los moriscos le recibían ahora con extraño semblante, hablándose entre ellos.

No quedó taberna, ni bodegón, ni junta de pícaros donde no se supiese el juego del asno, el esquite por la cola y el brío y la liberalidad del Asturiano; pero como la mala bestia del vulgo, por la mayor parte, es mala, maldita y maldiciente, no tomó de memoria la liberalidad, brío y buenas partes del gran Lope, sino solamente la cola; y así, apenas hubo andado dos días por la ciudad echando agua, cuando se vió señalar de muchos con el dedo, que decían: "Este es el aguador de la cola."

Por último, consultando el caso con Rafaela, y haciendo un esfuerzo de memoria, vino á recomponer el vocablo y á declarar que lo que su sobrino había pedido era economía. ¿Qué es eso, Rafaela? preguntó á su fiel criada. Y Rafaela contestó: Señora, ¿qué ha de ser? ¡Ajorro! No le hubo, sin embargo. La chacha Ramoncica echó aquel día el bodegón por la ventana.

Algo que sea bueno y confortativo, buena madre, dijo Cervantes entrándose por el bodegón, habéis de darme para esta pobre joven, que harto doliente se encuentra; y sea esto pronto, y empiece por una buena taza de caldo que tenga por mitad del generoso trasañejo de Montilla.

Terminada la procesión, el señor don Andrés tenía que echar el bodegón por la ventana y dar de cenar a los apóstoles, a los profetas, a los antiguos personajes bíblicos, a la plebe de Jerusalén, a los nazarenos y a la guarnición romana.

Amor, celos y rendimiento, hasta tocar en los límites de la locura, había visto en su bella indiana; que si ella no hubiese estado enamorada hasta volverse loca por él, ni en su busca hubiera enviado disfrazada a su doncella, ni a buscarle hubiera ido a un lugar tan indigno de ella como el bodegón de la tía Zarandaja, ni con tan celoso ahínco allí le hubiera hablado, ni con tan cuidadoso recelo se hubiera llevado consigo a la hermosa Margarita; que para nuestro mancebo era cosa manifiesta, que más por separarla de él se la había llevado que por caridad, puesto que ella fuese de condición tierna y caritativa.

Pidiéronme perdón, y ofreciéronme toda caricia. Yo rabiaba ya por comer y cobrar mi hacienda, y huir de mi tío. Pusieron las mesas, y por una soguilla en un sombrero, como suben la limosna los de la cárcel, subieron la comida de un bodegón que estaba a las espaldas de la casa, en unos mendrugos de platos y retajillos de cántaros y tinajas. No podrá nadie encarecer mi sentimiento y afrenta.

Púsose en esto la vieja en los labios un dedo como imponiendo silencio a Cervantes, que a la puerta habían llamado, y con prisa; y llevole a aquel cuartucho que a lo último del bodegón estaba, como se dijo, y encerrole, y fuese a abrir la puerta de la calle, y hallose con que era el señor Viváis-mil-años, que venía a su casa.

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