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Actualizado: 1 de julio de 2025
¡Reparona! ¿Qué más da? Son novecientos ochenta declaró D. José, haciendo gala de su saber de cuentas. ¿Quiere usted callar?... Usted, Sr. D. Pepe, no tiene que poner su carne en este garfio. La equidad, amiga D.ª Encarnación... ¡Amiga, doña!... Diga usted, tío Lilaina, ¿en qué bodegón hemos comido juntos? ¿Se quiere usted meter en sus cosas y dejarme a mí? Falta un duro repitió Isidora.
Bien decía don Adrián que el balandro era la borrachera de su hijo... Como Nieves había tratado a muy pocos hombres y a esos pocos muy superficialmente, no se atrevía a asegurar si abundaban los que se componían de elementos tan incongruentes como los de Leto; pero abundaran o no, no podía dudar ella que Leto era un mozo muy raro... Por supuesto, que hablando de él con su padre, con el de Nieves, no le había comunicado todas estas observaciones, porque no le parecieran demasiado y la llamara reparona... De todas maneras, raro o no raro, guapo o feo, que esto la tenía a ella sin cuidado, Leto había sido una gran adquisición, porque era un estuche de cosas, cabalmente de las que más le gustaban a ella; y era preciso conservarle y sacar de él todo el partido posible... Era de creer que con la frecuencia del trato fuera él adquiriendo mayor confianza en sí mismo; y de este modo, lo que en aquellos momentos le parecería al pobre chico carga pesada tal vez, por razón de su cortedad, llegaría a resultarle lo contrario... Entonces, satisfecho él... gozosa ella... todos contentos y entretenidos... Rufita González... escribir a Méjico... Leto mar afuera... Nachito con enaguas... ella huerita y pintando... ¿qué cosa?... ¿con quién?...
Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: «¿A dónde vas con ese cuerpo?... ¿De dónde vienes ahora?... ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana?... ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di?... A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?...». Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago.
Palabra del Dia
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