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¡Ahí! exclamó doña Paulita, después de concluir en voz baja un Padre nuestro; estas ideas del día ... ¡Jesús, qué sociedad! Pero todo se enmienda; y los más pecadores son los que más pronto salen de su error. Tráigala usted, don Elías, que yo confío en que esa desdichada entrará por el buen camino, y será una santa tal vez. ¿No lo fué María la Egipciaca?

El acto, no bien desaparece Mefistófeles, termina con una escena mística, en una Tebaida celestial, donde los Padres del yermo, la Magdalena, la Samaritana, Santa María Egipciaca, la misma Margarita, y los doctores extáticos, seráficos y profundos, cantan dignamente de la caridad, de la redención, de la gloria y del amor divino, mientras el alma de Fausto sube al cielo en virtud de lo femenino eterno: expresión filosófica con que Goethe designa a la Madre de Dios o al concepto de que procede, y con que pone fea discordancia en los dichos cantares religiosos.

María Egipciaca, habría deseado estar abajo, con gran vestido de cola, pasando bandejas. Una de las de Lantigua se aventuraba a sostener que aquello era una comedia mal representada, y otra sólo se fijaba en el lujo de los trajes y uniformes. Mira, mira mi mamá. ¿La ves con su vestido melocotón? Está junto al señor de Pez, conversando con él.

Sobre el hueco de un balcón había un cuadro, acaso del Españoleto, que representaba a Santa María Egipciaca tendida en las arenas del desierto, enteramente desnuda, muy hermosa y más incitante de lo que fuera oportuno en sitio frecuentado por gentes de Iglesia.

Todas las civilizaciones que se conocen están subordinadas unas á otras por una cadena no interrumpida. La civilizacion europea debe mucho al cristianismo, y algo á la romana; la romana á la griega; la griega á la egipciaca; la egipciaca á la oriental; y allí se encuentra un velo que con nada se levanta, sino con los primeros capítulos del Génesis.

La sublime castidad, el ascético abandono, el desprecio y la mortificación del harapo corrupto de nuestro cuerpo, la santa fetidez de los religiosos, los admirables anacoretas, dejándose podrir las ropas sobre la piel, como un anticipo de la sepultura: San Hospicio, comido por los piojos; San Macario, sumergido en el cieno; Santa María Egipciaca, resecada por el sol como un cuero; Santa Pelagia, habitando entre sus propios excrementos; Santa Isabel, bebiendo el agua de lavar a los tiñosos; en fin: la sublime aspiración abriendo su corola de pureza sobre el estercolero corporal; y luego la penitencia, la disciplina, el cilicio, todo pasó por su mente como a la luz del relámpago.

CIRILO. ¡Nunca es demasiado tarde...! La Magdalena... Santa María Egipcíaca... LEONIE. ¡Siempre mencionan a éstas...! Son el orgullo de la corporación. Tuvieron suerte, y nada más. En nuestro oficio, para ser perdonadas, hay que hacer antes fortuna. Después se compra un castillo y se vuelve una decente. CIRILO. ¡Usted leyó eso en las novelas...!

Recuerdo además un Bodegón, de Velázquez; una Santa María Egipciaca, de Rivera; una Cena, de Vinci; una Cabeza de San Francisco y un San Pedro Advíncula, del dicho Rivera; nueve cuadros de la Vida de la Virgen, de Lucas Jordán..... y, en fin, una multitud de lienzos notables, si no de primer orden, de Palomino, Zurbarán, Murillo, Vandik, Rubens, Valentín Díaz, etc.

Sacáronme del hueco de mi estatua; pusiéronme al frente de un partido, y fué Cador corriendo á Menfis, para traeros á Babilonia. Noticioso de tan fatales nuevas acudió el príncipe de Hircania con su exército á formar tercer partido en la Caldea, y vino á embestir al rey que le salió al encuentro con su desatinada egipcíaca.

Hay reproducciones de las Venus más célebres, efigies de santas que amaron, como Magdalena y María Egipciaca; copias de las cortesanas y princesas desnudas, inmortalizadas por los pintores del Renacimiento italiano; miniaturas y pasteles de damas francesas, deliciosamente escotadas; mujeres adorables, que fueron hermosas hasta en la vejez, ruinas de la galantería, mártires de la pasión y sacerdotisas de la voluptuosidad; pero sin que figure en aquel precioso conjunto de obras artísticas ninguna que sea de mal gusto, o tan libre que haga repugnante el amor, en vez de presentarlo apetecible.