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Actualizado: 20 de julio de 2025
La sublime castidad, el ascético abandono, el desprecio y la mortificación del harapo corrupto de nuestro cuerpo, la santa fetidez de los religiosos, los admirables anacoretas, dejándose podrir las ropas sobre la piel, como un anticipo de la sepultura: San Hospicio, comido por los piojos; San Macario, sumergido en el cieno; Santa María Egipciaca, resecada por el sol como un cuero; Santa Pelagia, habitando entre sus propios excrementos; Santa Isabel, bebiendo el agua de lavar a los tiñosos; en fin: la sublime aspiración abriendo su corola de pureza sobre el estercolero corporal; y luego la penitencia, la disciplina, el cilicio, todo pasó por su mente como a la luz del relámpago.
Muere el calumniado, pero la calumnia sobrevive, como para perseguir a la víctima hasta más allá de la tumba. La calumnia es la fetidez de las almas corrompidas. El corazón del calumniador es un esterquilinio. Corrí a mi casa, me encerré en mi cuarto, y me tendí en la cama. Mis sienes ardían; el corazón se me hacía pedazos.
Los cabellos se me erizaban, la carne me temblaba, sentia la sangre helada y la respiracion difícil, y algo como un sudor frio, como un vértigo de horror, me hizo, despues de dos horas de exámen la primera vez, decirle al amigo bondadoso que me guiaba: «¡Salgamos, salgamos de aquí, porque en esta cloaca se siente la tentacion de blasfemar, se pierde la esperanza, la vida se esconde bajo el fango y se adquiere una idea de la degradacion humana que abruma y trastorna la razón....» Muchas de aquellas callejuelas se hallaban, aún á medio dia, en una oscuridad casi completa, producida por la estrechez de las casas y la elevacion de los muros; y muchos de los patios, los vericuetos y las encrucijadas de aquel cementerio de cadáveres ambulantes, tenian el frio, la fetidez y todo el aspecto de una fosa de cien cuerpos removida por los cerdos.... Donde quiera la oscuridad, cien agujeros sombríos, la humedad glacial, el fango pútrido, los muros negros y medrosos, los depósitos de inmundicias, los harapos enmohecidos por la mugre flotando delante de las troneras irregulares habilitadas con el carácter de puertas y ventanas.... Y al pié de cada uno de esos edificios cubiertos de ollín y de lama húmeda, una tumba subterránea!
Un velo fúnebre revestía su espíritu, a través del cual sólo nociones enormes y supremas transparentaban. La culpa, el remordimiento, el castigo, eran las rocas que formaban el paisaje desolado y terrible de su conciencia. Así pasó tres o cuatro días, entre el delirio y el letargo. La gangrena difundía su fetidez por las estancias vecinas.
Anhelantes, todas las bocas exclamaron: ¡Ah!... Tomó Juanillo un vaso de vino para darse coraje, y medio mareado ya por la fetidez de aquella carne horrible, se puso de pie y gritó a la concurrencia: ¿Qué les importa a ustedes que yo coma o no coma? ¡Mándense mudar ahora mismo, si no quieren que los eche como perros!
Una sutil fetidez se extendía por toda la casa. Las dueñas y los criados se apretaban las narices al pasar frente a la puerta del enfermo. Entretanto, doña Guiomar no se apartaba un instante de su cabecera, como si quisiese ofrecer al Señor la doble tortura física y moral que prolongaba para ella aquel cerrado aposento. Ramiro regresó lo más pronto que pudo.
Este metal en polvo fué empleado por los árabes, en el siglo VIII, en la melancolía; se le ha ensalzado despues como utilísimo en la misma dolencia, en la debilidad del corazon, en la ambliopia amaurótica, la disnea, las palpitaciones, la fetidez del aliento, la alopecia, y recientemente, en la melancolía elevada hasta el suicidio, y en otras afecciones que los efectos producidos por el oro en el hombre sano han hecho apreciar mejor.
Risa inextinguible le causaban los que sostienen que se ignora el origen de estas ideas. Lo ignorarían ellos. Moreno y él sabían perfectamente a qué atenerse. Eran sensaciones, nada más que sensaciones, agradables o desagradables, como las que produce la humedad, el calor o la fetidez de las alcantarillas.
El adoquinado le enviaba por sus respiraderos la fetidez de unas alcantarillas solidificadas por la escasez de agua; los balcones esparcían el polvo de las alfombras sacudidas; el palacio-quimera se tragaba con una insolencia de rico novel todo el cielo y el sol que correspondían á Ferragut. Una noche sorprendió á sus parientes haciéndoles saber que volvía al mar.
Palabra del Dia
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