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Mejor era habernos ido á tomar «hacienda» en el Limay, para luego venderla en la Cordillera. Mejor también habernos llevado las vacas del viejo Rojas y convertirlas en plata, en vez de entretenernos como unos muchachos en robarle su vaquillona. Manos Duras contestó con un gesto de hombre superior que no considera necesario explicar la conveniencia de sus actos.

¡Valer! este diamante vale, sin el aro, que es muy rico y que está muy bien esmaltado y cincelado, tres mil y quinientos doblones. No haríais mal negocio. No lo crea vuesa merced, porque como esta joya es de tanto valor, tardaría mucho tiempo en venderla: acaso años. En fin, yo no la quiero vender; quiero solamente empeñarla, y empeñarla por horas.

Por último, la hacía situarse en una ventana de la fachada lateral de la casa para impedir que ninguno orinara en el rincón donde los transeúntes solían hacerlo. Un día vino el cochero a decirle que una de las yeguas estaba en el celo. Tanto se indignó que, después de haber reñido ásperamente por la osadía de notificarle tal asquerosidad, mandó inmediatamente venderla.

Ninguna utilidad producía al poeta la impresión de sus obras, puesto que perdía sus derechos de propiedad al venderla para el teatro, según consta claramente de los tomos VII y VIII de las comedias de Lope, á los cuales precede un privilegio en favor del librero Francisco de Ávila, para la impresión de 24 piezas que había comprado á los directores de teatro . Tal es, sin duda, la causa de que la mayor parte de los poetas españoles no se hayan cuidado de publicar sus obras dramáticas, juntamente con la opinión dominante en aquella época, de que los dramas se escribían para la escena, no para leerlos.

Usted ya me dijo eso otra vez, señor duque; pero aquel día me causó menos placer que hoy. La señora Chermidy colocó la inscripción de renta en un cajón y se guardó mucho de venderla. Aquella mujer tenía el instinto de lo sólido y desconfiaba juiciosamente de la inestabilidad de las cosas humanas. El duque fue, desde aquel momento, el asociado de su hermosa amiga.

Este ganado no bajaba definitivamente á invernar hasta los primeros días de Octubre y estábamos en los de Agosto, pero solían traerlo á Entralgo una vez durante el verano para que su dueño viese por sus ojos el estado en que se hallaba y si era necesario dejar alguna res en casa ó venderla.

¿Olvidáis que el nuevo capitán necesitará caballo y armas y preseas? añadió el fraile. ¡Ah! en todo estáis. ¿Podemos tener la provisión del rey dentro de tres días? , por cierto, sobradamente: el duque de Lerma es un carro que en untándole plata vuela. No os olvidéis de comprarla para poder venderla. ¡Ah! ¿Y por qué?

La contumacia de la muger apura algunas veces la paciencia del marido, quien entonces suele echarla de casa, ó venderla al sugeto que ella mas quiere; pero rara vez la hiere, ó trata mal.

Las mujeres robaban a la madre al venderla los comestibles, y además la apodaban «la Bruja». Todos hacían la cruz a estos gitanos que se atrevían a vivir en una celda del monasterio, cerca de los muertos, en continuo trato con el fraile fantasma que se paseaba por el claustro.

Pues abrirle la cabeza a D. Basilio y sacarle toda la paja que hay dentro para venderla». Y don Basilio, que tenía ciertas marrullerías de asno viejo, sacaba partido de su fisonomía engañosa y de aquel aire de hombre conspicuo que le daban su calva de calabaza, su frente abovedada, sus anteojos y su nariz chiquita y prismática.