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Y la misma mano verde que pone florecillas y mariposas sobre la tumba anónima cuelga olorosas guirnaldas de los muros ennegrecidos por el incendio, tapiza con terciopelo vegetal las pendientes abiertas por las explosiones, hace gorjear los pájaros y rebullir los insectos sobre las sepulturas, guía la serpenteante enredadera por el leño negro de las cruces, como si quisiera convertirlas en tirsos...

No vino él al hogar con ánimo de provocarla, mas tampoco le parecía razonable ni conforme a su ministerio mirar en calma aquel estado de honda perturbación que le hizo prorrumpir en un momento de ira: «parecéis judíosSu entusiasmo religioso era sincero: la conciencia le dijo que, si los azares de la vida le hubiesen colocado junto a gentes extrañas, empecatadas como sus padres y hermanos, habría puesto tenaz empeño en convertirlas, y que mal podía contemplar fríamente la perdición de su propia viña.

Ah! habladle de ella por piedad, no le hagais padecer. ¿No veis que se muere por dirigir la conversacion hácia sus glorias? Cruel! que os desentendeis de sus indicaciones, que con vuestra distraccion, con vuestra dureza, le obligaréis á aclararlas mas y mas hasta convertirlas en súplicas.

Pues es preciso que se nos someta usted a la siguiente prueba dijo el cura, tapándose un bostezo, porque eran ya las cuatro y no habría tenido inconveniente en tomar una friolera . Hay en Madrid una institución religiosa de las más útiles, la cual tiene por objeto recoger a las muchachas extraviadas y convertirlas a la verdad por medio de la oración, del trabajo y del recogimiento.

5 Y si alguno les quisiere empecer, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus enemigos; y si alguno les quisiere hacer daño, es necesario que él sea así muerto. 6 Estos tienen potestad de cerrar el cielo, que no llueva en los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren.

Negar la realidad objetiva de muchas cosas y convertirlas en productos de nuestro cerebro y de nuestros nervios sobreexcitados no deja de ser inexplicable maravilla.

La antigüedad revistió un colorido romántico á los ojos de la nación, sin esfuerzo alguno y como por misma, considerándose su historia como un espejo de la época, como un dominio vastísimo, al cual se podían trasladar todas las manifestaciones de lo presente; sus mitos aparecieron como creaciones fantásticas de índole tan universal, que era dable convertirlas en medios alegóricos para la expresión de las ideas cristianas.

Resultaba una gran cosa el conseguirla; hacerla su amante; sentirse en el contacto carnal camarada de príncipes y célebres artistas; pero ya que era imposible, ¿a qué insistir comprometiéndose y quebrantando la tranquilidad de su casa? Para olvidarla rebuscaba el recuerdo de palabras y actitudes, queriendo convertirlas en defectos.

Fué menos feliz en transformar en dramas las novelas de Cervantes; por grande que sea su habilidad y talento para convertirlas en comedias, queda siempre inferior á su modelo, como lo demuestra su Don Quijote, en el cual acumula las historias de Cardenio, Lucinda, Don Fernando y Dorotea, así como la de la Micomicona y la de la penitencia en Sierra-Morena.

Rápidamente se desnudan, y cada uno se convierte en un Neptuno «levantador de olas»; y trabaja con todas sus fuerzas para agitar las ondas y convertirlas en masa de espuma, produciendo pequeñas tempestades en el arroyo conquistado para ser su dominio durante una hora. En el verano, durante los días calurosos en que el aire permanece inmóvil, es cuando más agradable resulta convertirse en tritón.