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Ahí tienen ustedes los hombres de carácter dijo el marqués de Priego; el menor favor los hace cambiar, y, en lo sucesivo, éste será ahora uno de los más adictos del favorito. Esto es enojoso agregó el duque de Carvajal; no obtienen más que para ellos. No importa; de todos modos, resulta humillante para un hombre de sangre y del nacimiento del conde de Fuentes.

Te juro que Fernando de Carvajal no será nunca el hermano político de Carlos Broschi. No te casarás, pues, con Isabel; te niego mi consentimiento. ¡Ah! padre mío; ella también me niega su mano. Tanto mejor: estamos, pues, de acuerdo. Y, en efecto, ¿qué esperanza podía conservar el desgraciado joven, colocado entre su padre que se oponía a su enlace, y su prometida que rechazaba esta unión?

II, y en Mármol Carvajal, Historia de la rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada, hay algunos datos históricos que el poeta ha utilizado en este drama. Este asunto está tomado de Zurita, Anales de la Corona de Aragón: Zaragoza, 1610, tomo I, 93, 6-99.

El 25 de marzo, ya en vísperas de viaje, en el pórtico del gran deber, le escribió a su amigo, el dominicano y poeta y escritor, Federico Henríquez Carvajal, una carta que alguien ha llamado su testamento político, y de la cual vienen a mi mente estos conceptos que debía grabar todo cubano en lo más puro y bueno de sus entrañas: «Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar.

Acogido, pues, con gran entusiasmo el proyecto de regalar las banderas á la Milicia Nacional de Sevilla, se abrió la suscripción, en la que es cierto que sólo se admitían señoras, formándose una lista que fué encabezada por doña Josefa de O Denoju, hermana del jefe superior político, y por doña María de los Dolores Mendieta de Carvajal, esposa del poeta don Tomás José González Carvajal y madre del conde del Cazal, á quien todos recuerdan en Sevilla.

Duque de Carvajal dijo la Reina; he querido anunciarle por misma que es la ocasión de casar a su hijo con Isabel de Arcos: el Rey devuelve a usted todos los empleos de que le habían privado, y juntamente el gobierno de Granada. Todos los actores de esta escena quedaron inmóviles y sorprendidos, excepto Fernando, que lanzó un grito de alegría.

Entretanto, el duque de Carvajal había asido del brazo a Caffarelli, rogándole a media voz que tratase de obtener, por su mediación, una audiencia del favorito. Lo prometo a usted repuso el artista, con aire protector. Y aquella misma tarde, el Duque leía en su morada, esta breve epístola: *

Pero en trueque papeles a carga: no queda más remedio... nóminas... listas de préstamos... no resta más senda, Mercado amigo, que aplicarle a este prestamista la receta que mi capitán Francisco de Carvajal le aplicó al susodicho notario romano, el de los 200.000 escudos. O múltese Antúnez, o sus papeles sufrirán el auto de fe más riguroso que ha visto Toledo.

El duque de Carvajal, que era un hombre práctico, había añadido al contrato las dos cláusulas siguientes: primera, que la Condesa se obligaba a no volver a casarse; y segunda, que, en caso de muerte, todos sus bienes, tanto de España como del reino de Napóles, pasarían a ser propiedad de su hermana. No admitimos semejantes condiciones dijeron a la vez los prometidos esposos.

PEDRO JUAN DE REJAULE le seguia En otro coche insigne Valenciano, Y grande defensor de la poesia. Sentado viene á su derecha mano JUAN DE SOLIS, mancebo generoso, De raro ingenio en verdes años cano. Y JUAN DE CARVAJAL, Dotor famoso, Les hace tercio, y no por ser pesado Dexan de hacer su curso presuroso.