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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Sí, amigos míos, Carlos Broschi... o Farinelli... Y ahora que me conocen ustedes dijo con emoción y cambiando con Teobaldo una mirada de inteligencia, mi querida Isabel... hermana mía... ¿rehusará usted la mano de Fernando que la ama... y que tan digno es de usted?
Carlos Broschi, llamado Farinelli, cantor á quien atrajo á su corte Felipe V, fué el encargado de la dirección del teatro del Buen Retiro, y, con arreglo á sus órdenes, se representaron en el mismo las óperas más brillantes, con toda la pompa escénica indispensable.
Ignoro lo que ha sido del desgraciado Gerardo Broschi... no le he vuelto a ver después de la muerte de su hijo; pero si entretanto pareciese... aun cuando yo no exista... toda esta fortuna es suya... ¡El sólo es el heredero de su hijo! Fernando, y tú, hermana mía, no lo olvidarán... Me lo han jurado, y gracias a esta promesa, puedo aceptar sin temor todas las condiciones del duque de Carvajal.
Temiendo descubrir el secreto que sólo yo poseía, arriesgaba temblando y con reserva algunas preguntas sobre Carlos. Su nombre era desconocido; nadie había oído hablar de él; y en España, como en Londres, todo el mundo ignoraba que existiese Carlos Broschi. »Partí, al fin, cuando me sentí con fuerzas para soportar las fatigas del viaje.
»Apoyado en mi brazo, quiso dar un paseo en el parque, paseo que le hizo mucho bien, y volvimos al castillo; en el vestíbulo se presentó a nosotros un hombre que nos aguardaba... ¡Era Gerardo Broschi... era su padre! »Ha pasado un año le dijo el anciano con voz dulce, y me autorizaste para verte transcurrido este tiempo.
»¡Ah! ¡Dios mío! le dije acercándome a él: ¿quién es ese anciano? »¡Qué! señora, ¿no le ha conocido usted? me dijo en tono brusco. »¡Ah! No, se lo aseguro. »¡Es mi padre! »¿Su padre? exclamé: ¡Mi antiguo maestro de música!... El buen Gerardo Broschi... ¡Ah! ¿De dónde viene, qué ha sido de él? ¡sería muy dichosa en abrazarle!...
De pronto, el Conde, dirigiéndose a los que le rodeaban, dijo: «Señores: declaro que he sido herido legalmente por el señor Carlos Broschi en un duelo a que yo le he provocado. Les pido, pues, amigos míos, y a mi esposa, en quien reconozco el amor y la fidelidad en todos sus deberes, que no persigan ni importunen a nadie por mi muerte. ¡Y usted, padre mío, bendígame!»
¡Un hombre a quien amaba! ¡una unión que la hacía dichosa! No se trata de eso; cuando se ha dado una palabra; cuando se tiene una hermana a quien casar... Además, enlazarse con un hombre obscuro... un Carlos Broschi, a quien nadie conoce... Tenía, al menos, un mérito, ¡era rico! Sí, un mérito que ha conservado para sí.
»Cierto día presentose un hombre en mi casa y preguntó a mis criados si el señor Broschi debería ir allá, porque no le había encontrado en su alojamiento, según decía, y le era absolutamente necesario verle. Se me dio cuenta de aquella visita, e hice entrar al desconocido, como éste probablemente esperaba.
Te juro que Fernando de Carvajal no será nunca el hermano político de Carlos Broschi. No te casarás, pues, con Isabel; te niego mi consentimiento. ¡Ah! padre mío; ella también me niega su mano. Tanto mejor: estamos, pues, de acuerdo. Y, en efecto, ¿qué esperanza podía conservar el desgraciado joven, colocado entre su padre que se oponía a su enlace, y su prometida que rechazaba esta unión?
Palabra del Dia
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