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Actualizado: 18 de junio de 2025
Señor Caffarelli le dijo el caballero joven; concibo que un hombre tal como usted sea admirado por los aficionados a la música... Pero ese cantante que no es más que... que un cantante... ese hermoso y encantador caballero por quien todas las señoras enloquecen, sin duda porque es de su sexo más que del nuestro...
Farinelli ha hecho más... ha encantado, ha seducido caracteres más feroces aún: a los individuos que tenía en la corte, a sus enemigos, a sus rivales... ¡a mí mismo, señores!... ¡a mí! el famoso Caffarelli... Oigan ustedes lo que con él me sucedió, y del modo que le conocí. La atención de los circunstantes redobló con las palabras de Caffarelli, y todos se aproximaron para no perder una palabra.
Tal vez contestó Caffarelli con aire burlón, para entretener a los soberanos con sus cantos. Pero ignoro en absoluto la causa de su fortuna política. Será, sin duda, debido a algún gran misterio dijo el marqués de Priego. Opino como usted asintió el duque de Carvajal a media voz y con acento malicioso.
A lo que contesté: te has equivocado, el primero eres tú. Al ver aquel entusiasmo y aquella originalidad, todos los asistentes habían reconocido al famoso Caffarelli, que, a propuesta de Farinelli, había sido llamado a Madrid para cantar en el teatro italiano, con una pensión de cincuenta mil ducados de renta.
Corrí hacia él, deshice sus ligaduras... ¡y le abracé llorando! A partir de aquel momento, y gracias a mí, conquistó una brillante posición. Caffarelli proclamole su vencedor. Pero este vencedor llegó a ser un amigo de corazón y su casa ha estado abierta siempre para mí. Su fortuna no le ha cambiado.
Perdone usted dijo Caffarelli, interrumpiendo; perdone, señor, si tomo por mi cuenta la defensa de su padre, que siendo un gran músico, es apasionado por el arte que tan admirablemente profesa; y adorando como adora a su hijo, no existiendo como no existe sino para él, si ha sido odioso y cruel, fue por exceso de amor paternal, creyendo labrar no su fortuna, sino la de su hijo.
Entretanto, el duque de Carvajal había asido del brazo a Caffarelli, rogándole a media voz que tratase de obtener, por su mediación, una audiencia del favorito. Lo prometo a usted repuso el artista, con aire protector. Y aquella misma tarde, el Duque leía en su morada, esta breve epístola: *
Palabra del Dia
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