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Actualizado: 10 de mayo de 2025


El duque, en su sed de oro, se dejará deslumbrar por este negocio en grande, y aun el mismo rey no encontrará de más algunos millones de maravedises para remendar su ropilla. Dicen que Lerma tiene hechizado al rey. Hechizad vos al duque. El mejor hechizo para su excelencia es el oro. Conque apretad, apretad, que urge: que si hemos de esperar á que el príncipe sea rey, larga fecha tenemos.

Y las he cumplido, señor; quién es el delincuente, ó por mejor decir, los delincuentes. Yo debí de haber matado á Francisco de Juara pensó Quevedo ; á veces la caridad es tonta, estúpida. Acúsome de necio: encerrado me doy. El alguacil entre tanto sacaba un mamotreto de entre su ropilla. He aquí las diligencias de la averiguación de ese delito, excelentísimo señor dijo el corchete.

Lo que no ofrece duda es que este joven, cuyo nombre me dicen es Roger de Clinton, ha ganado brillantemente el derecho de pertenecer al muy honrado gremio de los escuderos de Burdeos. Aquí está vuestra ropilla, Tránter. Y vos, Clinton, echaos esta capa sobre los hombros y venid cuanto antes. Lo que más deploro es la pérdida de mi buena espada, que yace en el fondo del río, suspiró Tránter.

En un tiempo en que se honra al mérito y al talento dijo un hombre que vestía una ropilla de terciopelo encarnado, el cual tomaba lentamente y con placer su chocolate. Que se le recompense como cantante, concedo replicó un joven hidalgo, que estaba arreglándose ante un espejo del café los bucles de su cabellera y su chorrera de encaje.

-Señor -replicó el mancebo-, yo llevo en este envoltorio unos greguescos de terciopelo, compañeros desta ropilla; si los gasto en el camino, no me podré honrar con ellos en la ciudad, y no tengo con qué comprar otros; y, así por esto como por orearme, voy desta manera, hasta alcanzar unas compañías de infantería que no están doce leguas de aquí, donde asentaré mi plaza, y no faltarán bagajes en que caminar de allí adelante hasta el embarcadero, que dicen ha de ser en Cartagena.

Recogió los papeles, los guardó cuidadosamente en lo interior de su ropilla y en sus bolsillos el aderezo de su madre. Luego dijo levantando los ojos hacia el cocinero mayor: Señor Francisco Montiño, me pesa mucho el no poder seguir llamándoos tío; pero no lo sois y me veo obligado á tener paciencia. ¡Obligado á tener paciencia, Dios de bondad, y os encontráis casi un príncipe!

Diéronle doscientos escogidos, que de allí a seis años se le contaban por encima de la ropilla. Más se movía el que se los daba que él, cosa que pareció muy bien; divirtióse algo con las alabanzas que iba oyendo de sus buenas carnes, que le estaba de perlas lo colorado. Mi madre, pues, ¡no tuvo calamidades!

Vamos á llevar esta carta á su excelencia. Y la buscó en el bolsillo interior de su ropilla. Sólo encontró dos estuches.

Estoy contemplando á la monarquía, señor contestó Quevedo ; contemplando en vuestra majestad á la gran monarquía española en ropilla. Frunció el rey el entrecejo. ¿Y era todo eso lo que teníais que decirme con tanto empeño? , señor. Pues si ya me lo habéis dicho, idos dijo un tanto contrariado el rey. Si vuestra majestad me lo permite, le diré más. Decid.

Como me había visto acercarme a su casa, salió a recibirme hasta el portal con una ropilla casera, poco más que de verano, a pesar de la frescura invernal del ambiente que corría; pero con buenos abrigos de carne blanca y rolliza que le asomaba en ronchas por los puños recogidos de su camisa de dormir y por encima del leve cuello de la americana.

Palabra del Dia

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