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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Un mes, en que el no ser me ha envejecido veinte años. Ayer aún era joven: hoy soy ya anciano. ¡Ah! ya me acuerdo... ya comprendo. Vivo yo en un pequeño aposento; en este aposento hay algunos muebles muy sencillos. En este aposento hay una reja que da sobre un jardín... sobre un pobrecillo jardín descuidado, en que las malvas locas se extienden libremente, y que es mi pequeño mundo.

Sin embargo, se comprendía lo elevado de su cuna en la distinción de sus maneras. Adelantó gravemente hasta el centro de la parte del locutorio, situado del lado allá de la doble reja, y comprendió en una reverencia su saludo para doña Catalina y Quevedo. Ya nos une esa víbora dijo para don Francisco , yo haré que nos desuna.

Se abrió el ventanillo, que además de la compuerta tenía una reja de hierro, y asomó las narices el tío José, un paisanuco viejo y narigudo. ¿Qué ocurre? preguntó con sorpresa. Ya sabrá usted respondió Nolo bajando cuanto pudo la voz que Demetria ha desaparecido... , eso me han dicho antes de acostarme. Pues bien, dicen que la han visto hablando con Plutón.

Doña Juana se precipitó á la reja, la abrió, miró á la calle, y vió á lo lejos, en uno de sus extremos, entre lo obscuro, un bulto que desaparecía.

Cuando la puerta exterior y la reja estaban abiertas de par en par, como las iglesias de los conventos no están obstruidas por el coro, desde las gradas de la cruz de mármol blanco, que estaba situada a distancia fuera del edificio, se divisaba perfectamente el soberbio altar mayor, todo dorado desde el suelo hasta el techo, y que cubría la pared de la cabecera del templo.

A eso de las nueve, don Paco, según costumbre, se fue de tertulia a casa de Juana la Larga; pero Juana seguía trabajando aún en la de los señores de Roldan, y Juanita estaba sola con la criada, tomando el fresco en la reja de su sala baja. La vio don Paco, y llegó a hablarle antes de dirigirse a la puerta.

Montiño metió la mano con dificultad por uno de los vanos de la reja, y dió á la madre Misericordia la carta. La abadesa se fué á leerla á la luz. Para comprender esta carta, es necesario insertemos primero la que el duque de Lerma escribió aquella mañana para la abadesa, y después la contestación de éste.

Según costumbre de la tierra, iba el de artillería a hablar con Paula a media noche, no por la reja, que no las hay en Matalerejo, sino en el corredor de la panera, una casa de tablas sostenida por anchos pilares a dos o tres varas del suelo. Allí dormía ella en el verano.

La reja del Coro, de gusto gótico, se ve adornada con grandes follages, y algunos ramilletes ejecutados con el mayor primor: su sillería, regalo del Obispo de Teruel D. Martín Ferrer, después de ser promovido a la de Tarazona, a principios del siglo XVII, es de orden dórico con columnas istriadas entre los asientos.

Al cabo se fue, y corrí a mi cuarto, encendí agitadamente ta bujía y abrí la carta; «Ya estoy fuera del convento me decía. Si usted quiere recibir las calabazas prometidas, pase usted a las once por delante de mi casa. Estaré a la reja, y hablaremos». Puede juzgar cualquiera la viva alegría que aquella carta debió producirme. Todos mis sueños se realizaban de una vez.

Palabra del Dia

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