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Al cabo se fue, y corrí a mi cuarto, encendí agitadamente ta bujía y abrí la carta; «Ya estoy fuera del convento me decía. Si usted quiere recibir las calabazas prometidas, pase usted a las once por delante de mi casa. Estaré a la reja, y hablaremos». Puede juzgar cualquiera la viva alegría que aquella carta debió producirme. Todos mis sueños se realizaban de una vez.

Mi privanza con el príncipe, en vez de producirme ganancias, me produce gastos exorbitantes. Bien es verdad, que es dinero que se siembra para cogerlo dentro de diez, dentro acaso de veinte años, y esto de una manera dudosa. Estoy empeñado; los acreedores me asedian, y para pagarles me veo obligado á conspirar. ¿A conspirar contra mi? Contra todo el mundo.

Aquí todos me desprecian, me tienen en la misma estimación que a un perro inútil, viejo y desdentado... y todo porque soy de carácter suave y desprecio los bienes puramente materiales, el oro vil, y sobre todo la industria y el comercio.... No negociar, no intrigar, no producirme en sociedad... luego soy un bicho, ¡absurdo!, yo comprendo, yo siento... yo que aquí dentro hay algo.... Pues bien, vosotros, artistas, a quien también tienen en poco estos mercachifles sedentarios, estas lapas, estas ostras de provincia, me comprendéis, me toleráis, me agasajáis, me aplaudís, admitís mi compañía y....

No puedo comer, no puedo dormir, no puedo sosegar en ninguna parte. Juzgo que debiera usted permanecer en la cama. Es peor, Isidorito, es peor. En la cama no puedo prender los ojos. Empiezo a dar vueltas como un molinillo y llega a producirme fiebre. Estoy mucho más enferma de lo que se cree. Ya se verá cómo esto tiene mal fin.

Quand il vous plaira, querido tío. Llegamos al café, una de las lonjas de empeño, digámoslo así, y comencé a sospechar desde luego que esta aventura había de producirme un artículo de costumbres. Tío, aquí será preciso esperar. ¿A quién? Al hombre que sabe la casa. ¿No la sabes ? No señor; estos hombres no quieren nunca que se vaya con ellos. ¿Y se les confían repeticiones de 250 pesos?

Tu vida presente no es menos santa, en realidad de verdad, de lo que aparece á la vista de los hombres. ¿No tiene por ventura fuerza alguna la penitencia á que han puesto un sello y de que dan testimonio tus buenas obras? ¿Y por qué no han de traer la paz á tu espíritu? ¡No, Ester, no! replicó el ministro. No hay realidad en ello: es frío, inanimado y no puede producirme bien alguno.

En cada elegante gaditana creia ver una hija de Cartagena: el acento, los modales, la soltura, el garbo lleno de gentileza y dengue, el ojo negro y dulce, la sonrisa de adorable coquetería, la tez de un moreno suave y pálido, el andar mesurado y señoril, la amabilidad y la franqueza insinuante, y un no qué de voluptuoso en el vestir, en las formas delicadas pero expresivas y en el juego del inevitable abanico, todo contribuia á producirme una ilusion que me hizo pensar en la patria.