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Actualizado: 4 de julio de 2025


Al punto se abalanzó hacia el pequeño bulto D. Paco, y observándolo y recogiéndolo, dijo: ¿Una cartita, eh? La ha arrojado un hombre. Inés, que se acercó de nuevo a la reja, exclamó con terror: ¡Doña María, doña María viene ya! Se quedaron muertas, petrificadas; pero con presteza extraordinaria las tres empezaron a ordenar los objetos, para que cada cosa estuviese en su sitio.

Una tarde, al anochecer, al ir a entrar a la fonda, pasó por delante de la criada vieja de casa de doña Hortensia, la señora Presentación, y me dió una carta. Era de Dolorcitas. Me citaba para las diez de la noche; tenía que hablar conmigo. Me esperaría en la reja. Vivía en la calle de los Doblones, cerca de la Aduana. Toda mi ecuanimidad se vino abajo desde aquel momento.

Gloria me quería, me daba una cita, y esta cita tenía el singular atractivo para un poeta y un hombre del Norte de ser a la reja. ¡La reja! ¿Verdad que este nombre ejerce cierta fascinación, despierta en la fantasía un enjambre de pensamientos dulces y vagos, como si fuese el símbolo o el centro del amor y la poesía? ¿Quién es el que, por poca imaginación que tenga, no ha soñado con un coloquio amoroso al pie de la reja en una noche de luna?

El furor del señor Pérez no tuvo límites; se aferró con violencia a la reja; vanos esfuerzos, porque el gitano estaba al abrigo de su cólera. Ya lo sospechaba. ¡Y no será ahorcado más que una vez! aullaba el infortunado corregidor sin soltarse de la reja.

De vez en cuando, sobre el ritmo monótono y soñoliento, una canción áspera y estridente como un rugido, como el grito del que cae con las tripas cortadas. ¿Y la poesía? Lúgubre como un calabozo, hermosa a veces, pero como puede serlo el canto de un preso asomado a la reja.

Juan no había tomado más alimento que una taza de café de ínfima clase y un panecillo. No pudo entretener el hambre contemplando la hermosura de la nieve, en primer lugar, porque no tenía vista; y en segundo, porque aunque la tuviese, era difícil que al través de la reja de vidrio empañada y sucia de su desván pudiera verla.

Imposible es que la oración consuelo, el sol alegría, ni el tiempo olvido, á la que no conmovió la inocencia del niño, que en vez de encontrar los amantes brazos que le dan vida y calor, solo halló, al alargar sus manitas, el frío hierro de la reja del refugio, ó sintió sobre su sonrosada faz el duro viento que se estrella contra las macizas puertas del templo, ante cuyo dintel lo abandonó el crimen para que lo recoja la caridad.

Pasé aquel día en un estado de fuerte excitación, ideando mil monstruosidades y majaderías. Por la noche, al llegar las once, a sabiendas de que Gloria no podía estar en la reja, las piernas me llevaron a la calle de Argote de Molina.

Reconoció la primera reja por donde había hablado la noche anterior con Esperanza; vió sobre ella el mirador con celosías, y arrancándose una cinta del traje, la ató en un hierro; después, llegó á la última reja, y esperó. Pero tuvo que esperar muy poco, porque Esperanza, que ya le esperaba, abrió al momento el postigo de la reja. ¡Ah! ¡buenas noches! dijo la joven ; os esperaba con impaciencia.

Esta se verifica en un locutorio, al traves de una reja de alambre fino, que permite la conversacion y el cambio de miradas, bajo la vigilancia del celador presente, pero que impide todo contacto y comunicacion de cartas, dinero, armas, etc.

Palabra del Dia

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