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Actualizado: 4 de junio de 2025


Levantóse don Quijote en pie, y, poniendo mano a la espada, comenzó a tirar estocadas por la reja y a decir a grandes voces: ¡Afuera, malignos encantadores! ¡Afuera, canalla hechiceresca, que yo soy don Quijote de la Mancha, contra quien no valen ni tienen fuerza vuestras malas intenciones!

No había necesidad de eso. No tengo ningún deseo de ir. Si quieres que esté aquí hasta que amanezca, aquí estoy... Y a no me gusta ni me gustará jamás otra mujer que . La firmeza y sinceridad con que pronuncié estas últimas palabras la conmovieron. Me apretó la mano con ternura y dijo, sacando otra vez la corbata por la reja: Toma; tengo confiansa en ti. Quédate con ella.

¿No oyes? me dijo Gloria, mientras una sonrisa feliz se esparcía por su rostro . Son las niñas que están en récréation. ¿No te apetece ir a jugar a los aros o al volante? le pregunté riendo. Un poquito, no creas. Nos introdujeron en el locutorio, que era una gran pieza cuadrada y bastante clara, partida al medio por una reja.

El duque se acercó á la reja, y con la voz siempre fingida dijo: ¿Sois vos Esperanza? Yo soy, caballero contestó de adentro una voz de mujer que, aunque fresca y sonora, no tenía nada de tímida ; ¿y vos sois quien me ha enviado un recado con el lacayo Rodríguez? ; , señora. ¿Y qué me habéis enviado? Un diamante que vale cien doblones. ¿Eso habrá sido por algo? Indudablemente. ¿Me conocéis?

Pues bien, señora, yo tengo la llave de ese postigo; si es cierto que me amáis, permitidme que llegue hasta vos. ¡Ah! ¡no! ¡no! ¡imposible! si queréis que yo sea vuestra, hablad, descubríos el rostro, que yo os juro ser vuestra esposa. ¡Ah! ¡si eso pudiera ser! Pero adiós, señora, adiós. ¿Volveréis? Volveré... dentro de un mes; el primero de Mayo á esta misma hora, por esta misma reja. Adiós.

Una reja bastante alta, para que pueda confesar sin temor que por aquella reja hablaba con un caballero, más discreto por cierto, más agudo, y más valiente y honrado que el conde de Lemos. Sin embargo, creo que hace dos años ya estábais casada. ¿Y qué importa? yo no amaba á aquel caballero, ni aquel caballero me amaba á . Os creo, pero no comprendo...

¡Gloria! dije muy quedo. Presente respondió la voz de la joven. Y al mismo tiempo su graciosa cabeza desnuda se inclinó hacia la reja y vi blanquear sus menudos dientes con la misma sonrisa hechicera y burlona que tenía yo dibujada en el alma. Vi lucir sus ojos negros de terciopelo.

Fue tan grande el ruido de los cencerros y el mayar de los gatos, que, aunque los duques habían sido inventores de la burla, todavía les sobresaltó; y, temeroso, don Quijote quedó pasmado. Y quiso la suerte que dos o tres gatos se entraron por la reja de su estancia, y, dando de una parte a otra, parecía que una región de diablos andaba en ella.

¡Oh! ¡cuánto os amo! dijo el duque con un acento salido del corazón ; yo sabía que érais hermosa y pura; pero no sabía que érais una santa... ¡y un año mortal sin veros!... y á fe á fe que me parecéis más hermosa. La duquesa se vió obligada á imponer silencio al duque, pero no sospechó que él fuese el encubierto de la reja; nunca lo sospechó.

Al abrir el duque la puerta del camarín, retrocedió y tembló. Sintió pavor á impulsos de una impresión supersticiosa. Sentado en el sillón del duque, arreglando unos papeles, estaba el tío Manolillo. El camarín no tenía más entrada que aquella por donde había ido el duque: una reja le daba luz, y aquella reja tenía vidrieras de colores.

Palabra del Dia

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