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Actualizado: 22 de junio de 2025


Con no menor saña se embistieron las galeras de don Juan de Austria y de Alí-Pachá, y ya el combate se extendió por toda la línea, sin haber galera que no combatiese. Se levantó el viento favorable a los cristianos, y como ya se ha dicho, un infierno terrible, que no otra cosa parecía la pelea, que todos peleaban como si hubieran sido inmortales. Apretada se veía la Real de don Juan de Austria.

Unos yacían amontonados; otros seguían bebiendo y cantando con voces roncas y destempladas; los había en estado de verdadero delirio, que se peleaban como fieras, dándose furiosos puñetazos en las peladas cabezas, mientras que otros, que no habían perdido del todo los sentidos, se entregaban al juego en medio de atronador vocerío.

Más tarde, Facundo ve uno de sus oficiales que da de cintarazos a dos soldados que peleaban; lo llama, lo acomete con la lanza; el oficial se prende del asta para salvar la vida, bregan, y al fin el oficial se la quita y se la entrega respetuosamente; nueva tentativa de traspasarlo con ella; nueva lucha, nueva victoria del oficial, que vuelve a entregársela.

Este accidente dió lugar á que la tropa que cargaba aquel rebelde le dejase en su vergonzosa fuga, y revolviese sobre el centro y derecha de los enemigos, mandados por Ingaricona, que peleaban con la mayor obstinacion, para dejar airosa la opinion que habia sostenido su gefe.

Los soldados que se encontraban con el resto de la columna, enardecidos por el humo producido por la pólvora y por los gritos de entusiasmo de sus compañeros que ya peleaban, se encontraban alborozados, y esa emoción natural que produce en las almas de los valientes el estampido de los primeros disparos, les embargaba.

Tenía entonces cuarenta años; sentíase ágil y fuerte, y aunque su humor era pacífico y nunca había tocado un fusil, le animaba el ejemplo de algunos estudiantes tímidos y piadosos que se habían fugado del Seminario, y, según se decía, peleaban en Cataluña tras la capa roja de don Ramón Cabrera.

Al llegar de Biarritz, Chichí había escuchado con ansiedad las hazañas de su «soldadito de azúcar». Quiso conocer, palpitante de emoción, todos los peligros á que se había visto sometido, y el joven guerrero del «servicio auxiliar» le habló de sus inquietudes en la oficina durante los días interminables en que peleaban las tropas cerca de París, oyéndose desde las afueras el tronar de la artillería.

Nélida miraba ansiosamente, temblándole de emoción las alillas de la nariz. ¡Qué interesante!... ¡Ver cómo se peleaban los hombres!... ¡Y tal vez alguno de los dos quedase herido!... Hablaba de esto como de un hermoso espectáculo que iba a perder por culpa de Ojeda. No se le ocurrió por un momento que ella podía ser la causa original de este suceso. Intentó hacer frente a Fernando.

Finalmente después de heridos, los ciudadanos desesperados de poderles rendir, se resolvieron de quemar todo el edificio y torre. Diéronle fuego por todas partes, y en poco rato se encendió con gran ruina del edificio. Por entre las llamas y el fuego arrojaban piedras y dardos, y medio abrasados peleaban.

Así es contestó Ojeda . Unos atribuyen esa decadencia a las guerras europeas; pero las naciones que peleaban con nosotros experimentaron iguales pérdidas, y no por esto decayeron... Otros echan la culpa al exceso de religiosidad, que nos metió en empresas absurdas. Tal vez sea esto cierto, pero en parte nada más.

Palabra del Dia

rigoleto

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