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En el mismo instante surgió otra luz, allá a lo lejos sobre la masa oscura de los árboles de la opuesta orilla. La batelera comenzó a manejar los remos procurando no hacer ruido. El pueblo de Pasajes reposaba. En los buques surtos en la bahía habíanse apagado ya los fogones, y los tripulantes se entregaban descuidadamente al sueño. La noche estaba encapotada y apacible.

Aunque su experiencia le insinuaba lo primero, una voz interior le decía lo contrario; y atendiendo a ella, contentose con acariciar tierna y noblemente aquella mano que con tal candidez le entregaban. La tertulia se deshizo al fin, y nuestro joven se fue perplejo y caviloso a la cama, proponiéndose observar atentamente a Maximina en los días siguientes.

En el comité lo han vuelto medio tonto con sermones y soflamas. El toreo es un progreso continuó el doctor, sonriendo , ¿te enteras, Sebastián? un progreso de las costumbres de nuestro país, una dulcificación de las diversiones populares a que se entregaban los españoles de otros tiempos; esos tiempos de que te habrá hablado muchas veces tu don Joselito.

Y los otros, con más ó con menos discreción, todos se entregaban á una cordial y envidiable alegría. D. César quedó sorprendido. Los miró unos instantes estupefacto y al fin, dejando caer su mano que tenía levantada, sonrió con expresión humilde. Bien comprendo que mis palabras suenen mal en vuestros oídos, no avezados á escuchar los ecos de la sabia antigüedad.

Venía de oír varias misas, de asistir a una reunión de Hermandad, de hablar con los señores de la Conferencia, que le entregaban las estampitas y hojas piadosas para los impíos de la plebe. Los domingos eran días de gran trabajo. Se negó a aceptar los restos del almuerzo que le ofrecía el joven. Gracias, señor de Maltrana; no era orgullo, pero estaban en Cuaresma, y él ayunaba rigurosamente.

Esta era una peculiaridad de su temperamento; siempre que no estaban sometidos a presión, se entregaban a ese pequeño ejercicio. Vengo a consultarle sobre una cosa muy, pero muy importante díjele, haciendo hincapié sobre el adverbio para despertar su inteligencia que yo sabía dispuesta a andar a la briba, así que se la interrogaba. Mande usted, señorita.

El 20 de Octubre, un día antes de Trafalgar, Napoleón presenciaba en el campo de Ulm el desfile de las tropas austriacas, cuyos generales le entregaban su espada, y dos meses después, el 2 de Diciembre del mismo año, ganaba en los campos de Austerlitz la más brillante acción de su reinado.

Aquellos que á prisiones se entregaban, Por ver ya su negocio mal parado, Con vida por cautivos se quedaban. Quinientas y mas piezas fué la presa, Que vino desta vez cautiva y presa.

Asesinaban al rival como al infeliz Maestrico; y después, de casados, satisfecho el primer ímpetu de su apetito exacerbado por la escasez de mujeres, se entregaban al trabajo que gastaba su voluntad y sus fuerzas; olvidaban el amor hasta despreciarlo, para no pensar más que en el dinero, como si los envenenase el viento de fortunas rápidas y milagrosos encumbramientos que parecía soplar sobre las minas.

Iba siempre con los bolsillos repletos de hojitas impresas que contenían oraciones, de pequeñas estampas y de periódicos de religiosa procacidad que le entregaban las asociaciones católicas para que los repartiese. Maltrana le había tropezado un amanecer cerca de la plaza de la Cebada peleándose de palabra con un carretero porque arreaba sus bestias con acompañamiento de tremendas blasfemias.