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Las hojas del sauce se podrían contar una por una. El artista había querido expresar el conjunto, no por el conjunto mismo sino por la suma de pormenores, copiando indoctamente a la Naturaleza; y para obtener el follaje, tuvo la santa calma de calzarse las hojitas todas una después de otra. Habíalas tan diminutas, que no se podían ver sino con microscopio.

Pero lo más bonito era quizás el sauce, ese arbolito sentimental que de antiguo nombran llorón, y que desde la llegada de la Retórica al mundo viene teniendo una participación más o menos criminal en toda elegía que se comete. Su ondulado tronco elevábase junto al cenotafio, y de las altas esparcidas ramas caía la lluvia, de hojitas tenues, desmayadas, agonizantes.

Sospechando que fuera una víctima futura del acompañante, le interrogó sobre lo que andaba haciendo, y le encontró muy reservado y poco dispuesto a hablar de sus intenciones y miras. Silvita, colorado hasta las orejas, se entretenía en mascar unas hojitas de sauce. El sargento se llevó los dos ciudadanos a la comisaría y allí se descubrió el pastel.

«Quien ama á la flor Ama las hojitas de su alrededorPor ello con repetido empeño se ha procurado averiguar los nombres de los que en el puerto de Palos embarcaron en las tres naves, consiguiéndolo de muy pocos, porque con la pérdida de los papeles del tiempo, los más se han obscurecido.

Pero las nuevas hojitas primaverales brotaban en medio de una espantosa soledad. Sólo la señora de Goyeneche apreciaba sus matices delicados y su frescura virginal. La pieza terminó. Transcurrieron unos momentos sin que la reunión distraída se diese cuenta de ello.

Tal vez estas nuevas se ponían en conocimiento del público. Como prueba de que los particulares se valían del mismo medio de comunicación, puede aducirse, en los tiempos más antiguos, un papiro ó pergamino finísimo destinado al efecto, y más tarde, unas hojitas de papel, que se llamaba de pájaro, y que venía á tener seis centímetros de ancho y nueve de largo.

Fulano había dicho que no dejase de ir al día siguiente a la iglesia de Santa Cruz, pues eran los funerales de un señor de las Conferencias católicas. El cura viejo había dejado en su cuarto dos paquetes de hojitas para que las repartiese. El zapatero, con su cara fosca, se había presentado dos veces, buscándole con gran prisa. Necesitaría dinero: la tal conversión le costaba muy cara.

Barbarita abría cada ojo como los de un ternero cuando su mamá, sentándola sobre el mostrador, le enseñaba abanicos sin dejárselos tocar; y se embebecía contemplando aquellas figuras tan monas, que no le parecían personas, sino chinos, con las caras redondas y tersas como hojitas de rosa, todos ellos risueños y estúpidos, pero muy lindos, lo mismo que aquellas casas abiertas por todos lados y aquellos árboles que parecían matitas de albahaca... ¡Y pensar que los árboles eran el nada menos, estas hojuelas retorcidas, cuyo zumo se toma para el dolor de barriga...!

El devoto mirose los zapatos y añadió: Me aguardan en Bellasvistas, señor de Maltrana. Llevo tres reales en el bolsillo y unas hojitas para cierta viuda. La pobrecilla está muy mal; tiene un batallón de chiquillos. Ya sabe usted, don Isidro, dónde vivo. A ver si me honra un día con su presencia y visita mi jardín.

Las yemas de las plantas, tan apretadas durante el invierno, tan preservadas por su capa de vello y tan sólidamente cubiertas por sus escamas de goma, abren con alegría su prisión, y como dardos, aparecen en el vacío sus tiernas hojitas; el pájaro, cantando, levanta el vuelo de su nido que las hojas empiezan á abrigar; los mosquitos y las libélulas, salidos de sus larvas, vuelan alegremente por el espacio; á la orilla del agua, que ríe y centellea, se abren las flores amarillas de los ranúnculos y jacintos; hasta las desmoronadas ruinas cubiertas de floridos girofles, parecen rejuvenecidas, como si la primavera, como el invierno, no trabajara igualmente para consumar su destrucción.