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Este sistema autocrático comprendía las maneras de gobernar más que las ideas y soluciones teóricas, porque entre las que profesaba Rubín habíalas marcadamente avanzadas, populares y aun socialistas.

Habíalas color barquillo bajo, realzadas por la nota de fuego de las bengalas, y las rosas enanas, de matiz de carne, parecían rostros microscópicos, que miraban curiosos a las vidrieras del chalet. En el jardinete, ante el peristilo, era una gentil confusión de rosas de todos los tonos y tamaños.

Sólo lo come de raíz, el verme de la muerte. En tanto dure la vida, es como una fontela donde todos acuden a beber y nadie la seca. Una fontela tiene agua para todas las sedes. ¿Y no habéis visto fuentes secas? En tiempo de calores. Mas aquéllas habíalas secado el sol, y no la boca de un sediento. Los lobos que quieren beberse toda el agua de las fuentes, mueren como odres reventadas.

Habíalas, hechas como de encargo, para antes y después de comer, para las horas del sueño y el trabajo, y hasta para torpes casos a que no sospechó Pepe pudieran estar sujetas su madre y hermana, como uno que llevaba este epígrafe: Para cuando sintamos deseos lascivos.

Mas Jacobo, con la prudencia con que moderaba todos los gastos de Currita desde que metía él la mano hasta el codo en sus arcas, desechó terminantemente el proyecto, imponiendo más bien que presentando otro más económico y también más nuevo... Dos cuadrillas imitando las piezas de un juego de ajedrez, blancas y negras, y una partida jugada por ellas mismas en forma de contradanza; Luis Fonseca, su compañero de embajada, habíalas visto jugar así en Conchinchina cuando las fiestas en honor de Phara-Norodon, rey de Cambodge.

Habíalas con tan rara propiedad vestidas, que cualquiera las tomaría por varones; las feas y hombrunas se brindaban sin repulgos a encajarse el traje masculino, y lo llevaban con singular desenfado.

Habíalas tan adiestradas que no parece sino que llevaban dentro del cuerpo un almacén de lágrimas; tanto eran éstas bien fingidas, merced al expediente de pasarse por los ojos los dedos untados en zumo de ajos y cebollas. Con frecuencia, así habían conocido ellas al difundo como al moro Muza, y mentían que era un contento exaltando entre ayes y congojas las cualidades del muerto.

Las hojas del sauce se podrían contar una por una. El artista había querido expresar el conjunto, no por el conjunto mismo sino por la suma de pormenores, copiando indoctamente a la Naturaleza; y para obtener el follaje, tuvo la santa calma de calzarse las hojitas todas una después de otra. Habíalas tan diminutas, que no se podían ver sino con microscopio.

Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia.

Al despedirse, don Mariano pidió a Laura un nuevo servicio... Que le aceptara también las obras de Lamartine; habíalas encargado cuando estuvo en Buenos-Aires, y le llegaban ahora, muy bien encuadernadas... ¿Qué iba a hacer él con esos libros de jeunes filles en la estancia?... Y Laura tuvo que aceptar este otro obsequio, antes destinado a Coca, y que don Mariano le enviaría ahora a su casa... Casualmente se encontraba ella en esos momentos sin lectura.