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Actualizado: 20 de noviembre de 2025


Temblaban los cristales, rompíanse los bancos, y el suelo se conmovía. No era de envidiar la situación del bedel á quien se encomendaba el peligroso encargo de encerrar en el número once á los condenados á este castigo después de la refriega. Por eso, toda atención con ellos le parecía poca antes de dar vuelta á la llave que los aseguraba.

¡Y estos zagales, condenados al salvajismo desde su nacimiento, como las criaturas a las que se deforma para explotar su fealdad, ganaban treinta reales al mes, a más de una triste pitanza que no acallaba los estremecimientos de su estómago excitado por el aire de la montaña y las aguas puras de las fuentes! ¡Y sus jefes, los yegüeros y vaqueros, tenían dos reales y medio cuando más, sin fiesta alguna durante el año; todos los días lo mismo, viviendo aislados, con su mísera hembra que procreaba pequeños salvajes, dentro de un chozón, negro y ahumado, un verdadero ataúd sin más entrada que un agujero de madriguera, las paredes de pedruscos sueltos y una cubierta de hojas de corcho!...

Por esta causa fueron condenados a cinco años de galeras; el mayor consiguió escaparse, pero no habiendo conseguido favorecer la evasión de su hermano, volvió a ingresar en presidio, por no querer abandonar a aquel ser querido. En fin, dos valientes y leales camaradas, si los hay; pero, ¿qué queréis? enfrente de la muerte está permitido sentirse un poco egoísta.

De manera, que aunque se les ofreció en general el tiempo de gracia y misericordia, ni la misericordia les valió, ni la gracia, para que se convirtieran de veras y con constancia, pues desde aquellos tiempos en que escribe como testigo de vista, que fueron treinta y cuatro años, dice, nunca pudo cesar la Inquisición sobre su obstinación y perfidia, relajando en varias ocasiones a muchos relapsos o pertinaces al brazo seglar para ser quemados vivos y muchísimos expuestos a la vergüenza, condenados a cárcel perpetua y confiscación de sus bienes, sin quererse enmendar jamás, verificándose en ellos lo de Jeremías.

Los varios pisos de los ocho triángulos están aplicados de modo que los condenados á trabajos forzados á perpetuidad se hallan en la parte baja, enteramente separados de los reclusos ménos culpables.

Todos querían conocer a un bandido que robaba por amor al arte, repartiendo entre los pobres aquello de que despojaba a los ricos. El Rey del Monte y tres de sus compañeros estaban condenados a muerte de horca. La ene de palo se alzaba fatídica en el sitio de costumbre, frente al callejón de Petateros.

Callaos, hijos míos, en nombre del Cielo, callaos; lanzáis unos gritos capaces de asustar a las gaviotas. Guardaos vuestros ¡viva Santiago! para más tarde. Ya gritaréis eso en la plaza de San Antonio. Será de un gran efecto; pero, mientras tanto, veamos el medio de forzar el reducto de esos condenados. Y mostraba la cámara en la cual se hacía siempre un ruido infernal.

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida, y rebosando darán en vuestro seno; porque con la misma medida que midiereis, os será vuelto a medir. 39 Y les decía una parábola: ¿Puede el ciego guiar al ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

Era este fuerte en su fundacion, un presidio para los asesinos; mas hoy en dia está destinado á servir de destierro á los condenados políticos, que viven privados de todo género de recursos en este lugar apartado, donde gozan sin embargo, de alguna soltura.

De los condenados a muerte, dos eran los asesinos del jovenzuelo del escritorio: los otros tres iban al suplicio en clase de peligrosos, por hablar, por amenazar, por creer fieramente que tenían derecho en el mundo a una parte de felicidad. Mucha gente guiñaba los ojos con malicia al saber que el Madrileño, el iniciador de la entrada en la ciudad, sólo iba a presidio por algunos años.

Palabra del Dia

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