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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Fortunata se acordó otra vez de su amigo y maestro Feijoo. El corazón grande era un mal y había que recortarlo. Reconozco prosiguió el Delfín , que vales mucho más que yo, como corazón; pero mucho más. Soy al lado tuyo muy poca cosa, nena negra. No sé qué tienes en esos condenados ojos.
No habrá tranquilidad en el mundo, ni equilibrio inestable en la sociedad, mientras los hombres, condenados en número infinito á la miseria, no tengan todos, después de la diaria tarea, un momento de descanso para regenerar el vigor y mantenerse así con la dignidad de seres libres y pensantes.
La conciencia debía avaluar libremente los motivos de esa como de todas las otras acciones humanas, y aceptar las consecuencias del albedrío, y si el engaño, el miedo, la vileza merecían ser condenados y castigados, había otras razones que debían inspirar mayor clemencia en los juicios.
Desde el principio de la guerra eran condenados á muerte por los españoles cuantos individuos caian en su poder, con las armas en la mano, mientras que los suramericanos daban cuartel á sus enemigos. Esta ventajosa circunstancia hacia que los naturales, puestos en el duro trance de servir, se afiliasen con preferencia en las filas realistas.
Había visto a los jefes de partido, a los caudillos de grupo, hablar toda una tarde, desde las cuatro hasta las ocho, roncos y congestionados, sudando como cavadores, con el cuello de la camisa hecho un trapo sucio y mirando el gran reloj del salón con angustia de condenados. «Aún falta una hora para levantar la sesión», decían los amigos.
Los vapores se amontonan al rededor de los hielos, las nubes se forman en copos blanquecinos y sulfureos, semejantes a la espuma que salta por encima de los abismos infernales, en donde cada ola burmugeante va a romperse en la costa en donde estan reunidos los condenados como las piedras en la de la mar. Un vertigo se apodera de mi.
Todos se pirraban por meterle miedo y verle compungido. El Gobernador estuvo más de media hora hablándole del infierno y de las penas de los condenados; tizonazos por aquí, requemones por allá... ¡Como si hablase a la pared! El se reía, y de vez en cuando pedía una copa de aguardiente.
Con esto pagó á la postre la mulata, pues la obligaron á declararse calumniadora y salió en el ya citado auto de fe de 1627, en compañía de otros condenados como la beata Catalina de Jesús, el clérigo Juan de Villalpando, de quienes ya me ocupé, el esclavo Domingo Vicente, Luisa Narváez y otros pájaros de cuenta.
Al otro día, que contábamos ocho, pasearon las calles ordinarias, montados en sus jumentos, con coroza, y espaldas desnudas los cinco condenados a azotes, que les asentó según dicen, con poca piedad el verdugo.
Al Audiencia de Charcas despachados, Por Lerma fueron presto ya los presos, Con papeles y causas y recados, Formados á la larga los procesos. Tambien salieron otros condenados A galeras, por ser hombres traviesos: Hernan Mesia, Sotelo con Rubira; Su causa en el Audiencia bien se mira.
Palabra del Dia
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